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La fe es lo último que se pierde

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La fe es lo último que se pierde
Manny Acta

“Tanto calor que hace en una sepultura, y yo que en mi vida derroché tanto hielo”. Héctor J. Díaz

“Lo último que se pierde es la fe”, era un dicho que repetía muy a menudo mi abuela María de Los Angeles, y yo le agrego: “Hasta que no estés frente al cadáver, no se sabe quién es el muerto”.

Si bien es cierto que el “Tigre Azul del Licey” está en pronóstico reservado, Manny Acta le está aplicando a los jugadores la misma sentencia del “Señor de los Cielos” a los médicos cuando a doña Alba le dieron cinco plomazos. “No la dejen morir, que ustedes tienen familia”.

Yo me inclino por el grito de Anayma: “Un triunfo más y hablamos”.

El Tigre ha pasado por peores momentos, y ha regresado “vivito y coleando”.

La serie final del campeonato 1963-64 entre Águilas y Licey se inició el 25 de enero de 1964 con los tres primeros encuentros en el estadio Cibao, en que el colectivo mamey ganó los tres de un 9-5.

La serie se trasladó al estadio Quisqueya donde fueron celebrados cuatro partidos y el Licey tomó el comando de la serie.

En el segundo encuentro en el Quisqueya, el 29 de enero, se armó tremendo pleito que paralizó el encuentro durante 30 minutos. Pedro González, que había ligado single productor de dos carreras en el primer episodio, en su siguiente turno, el lanzador de las Águilas, Steve Blass, le hizo un pitcheo pegado al Gran Capitán que por poquito lo afeita. Pedro, jugador pimentoso, tocó por primera base y cuando Blass fue a buscar la esférica se fueron a los puños.

El 1ro de febrero la final retornó a Santiago cuando el Licey, con Allan Koch en la lomita, se anotó la victoria 4-3, siendo la primera vez que un conjunto en 0-3 retorna ganando cinco juegos en línea.

En el cuarto encuentro de la serie final de 1963-64 y primero en el Quisqueya el 28 de enero, en el noveno episodio con el juego empatado a seis carreras y lanzando por las Águilas, San “El Triste” Jones, el cubano Tony Oliva recibió bases por bolas, Miguelito de la Hoz y Ray Barker fueron dominados, tocándole el turno a Pedro González, que sacó un batazo entre tercera y siore, que Roberto Peña no pudo atrapar. Oliva, que había salido en corrido y bateo, llegó a la esquina caliente y cruzó como un jet para el plato sin ponerle atención al coach Vernon Benson que lo mandó a parar. El jardinero izquierdo Willie Stargell, que le había tirado a Peña, cuando reaccionó, Oliva ya se barría en el plato con la carrera de la victoria del Licey.

Visto el caso y revisado el hecho, de lo que padece el “Tiguerito”, pongan a partir de hoy en su repertorio la canción de Vicente Fernández: “Y volver volver, volver a tus brazos otra vez, llegaré hasta donde estés, yo sé perder, quiero volver, volver, volver”.

Twitter: @bienvenidorv