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Primeros frutos del proyecto Quetzal de la Hispaniola

El hallazgo cumbre del proyecto ocurrió a principio de mayo, cuando por primera vez se pudo ver un macho de uno de los nidos artificiales. Es indescriptible la sensación experimentada. Por Simón Guerrero.

 En un artículo anterior, me referí a las muchas incógnitas que esperábamos despegar sobre las conductas reproductivas del Trono de La Hispaniola, y que febrero y marzo serían meses de angustia y esperanza: "¿Aceptarán las hembras la oferta habitacional que les hicimos? ¿Serán más exitosos los nidos artificiales que los naturales? ¿Tendrán los trogons que competir por los nidos con otras especies como los carpinteros y las golondrinas? Y es que, como dijera el físico J. R. Openheimer, "Investigar significa pagar la entrada por adelantado, y entrar sin saber lo que se va a ver."

Por eso, insisto, la actividad científica es tan emocionante como la artística.

Sin embargo, los meses de más intensa actividad reproductiva fueron mayo y junio. Ya en abril se observaba actividad en uno de los nidos naturales, en el cual nacieron 3 pichones en mayo, los cuales abandonaron el nido a finales de mes. Pero el hallazgo cumbre ocurrió a principios de mayo, cuando por primera vez vimos salir un macho de uno de los nidos artificiales. Es indescriptible la sensación que experimentamos. Era la coronación de todos nuestros esfuerzos. Además, aunque el objetivo principal del proyecto no son los nidos artificiales, sino la recolección de datos sobre la biología reproductiva de la especie, éstos constituyen su espina dorsal, ya que facilitan la obtención de datos y contribuyen a la conservación de esta valiosa ave endémica.

A mediados de mayo nacieron dos polluelos que volaron con éxito en junio, y otros dos nidos fueron ocupados por sendas parejas. En la ocupación de uno de estos nidos sucedió algo inesperado que refleja el déficit habitacional que aqueja a la población de trogones: el nido no tenía dos horas de haber sido instalado, cuando ya una pareja lo estaba inspeccionando. Queda respondida, pues, una de las interrogantes. Todo parece indicar que nuestra "oferta habitacional" resultó muy atractiva para nuestros inquilinos potenciales. Es indudable también el éxito de los nidos artificiales. En ellos se incubaron huevos y nacieron polluelos que fueron capaces de volar al bosque y ya contamos con datos sobre la biología reproductiva de esta especie. Ahora sabemos con qué alimentan los polluelos, con qué frecuencia y los cambios que se producen en las diferentes fases de desarrollo. El sustrato de los nidos, donde aparecen semillas de frutas y restos de animales, es otra fuente valiosa para identificar la gran variedad de alimentos que suministran los padres. Nos impresionó mucho la abnegación (valga el antropomorfismo) con que los padres alimentan a sus polluelos, que no dejaban de alimentarlos aún bajo aguaceros torrenciales.

Pero hubo también serias dificultades. Dos huevos de un nido artificial desaparecieron sin dejar rastro. Creemos que la rata negra (Rattus rattus) es culpable, hasta que pruebe su inocencia. Pero como no hay mal que por bien no venga, este suceso nos permitió aprender varias cosas. La más importante que nuestra especie tiene un umbral al fracaso muy alto. No sólo no abandonaron el nido, sino que pusieron de nuevo (4 huevos esta vez), un dato muy importante, si se necesitara aumentar la población, criando la primera nidada a mano para inducir a la pareja a que tenga una segunda.

Pero el hecho más funesto, y al mismo tiempo más provechoso, fue descubrir que esta especie es afectada por la mosca Philornis, un insecto que deposita sus huevos en la piel de los polluelos y cuyas larvas se alimentan de su sangre. Diferentes especies de esta mosca son una amenaza para muchas especies, entre ellas los pinzones de Darwin de las Islas Galápagos.

Muchas especies son víctimas de este homicida silencioso en nuestro país, mayormente especies altriciales, que nacen poco desarrolladas y pasan mucho tiempo en el nido. Este descubrimiento le da más mayor relevancia al proyecto, ya que tal vez lo mismo está pasando en los nidos naturales y esto amenaza la supervivencia de esta especie y quizás podamos eliminar o mitigar el daño.

Agradezco de nuevo a las instituciones que hacen posible este proyecto: La Universidad Iberoamericana (UNIBE), Fondcyt (Mecyt), el Ministerio de Medio Ambiente y la Fundación Progressio. Una mención muy especial a Máikel Cañizares, co-investigador del proyecto, cuyas contribuciones fueron cruciales. Desde la temporada 1963-64, en que Tony Oliva reforzó a los Tigres del Licey, no venía al país un refuerzo cubano tan productivo.

guerrero.simon@gmail.com