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Albert Einstein y sus años berlineses o el camino hacia la consagración

“Berlín es la ciudad con la que estoy más ligado por vínculos científicos y personales”, dijo Einstein en una ocasión

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Albert Einstein y sus años berlineses o el camino hacia la consagración
Fotografía de Albert Einstein en su oficina de la Universidad de Berlín, publicada en los Estados Unidos en 1920. (THE SCIENTIFIC MONTHLY)

BERLÍN. Los años que pasó Albert Einstein (1814-1933) en Berlín terminaron convirtiéndolo en el científico más famoso del siglo XX y el desarrollo de la Teoría General de la Relatividad en 1915 fue un paso clave en ese proceso.

Max Planck -el padre de la teoría cuántica que Einstein había ampliado con su hipótesis de que la luz estaba compuesta de fotones- había sido el personaje clave para que Einstein llegase a Berlín en 1915 como profesor -sin obligaciones docentes- y como miembro de la Academia Prusiana de Ciencias.

El camino hacia ese nombramiento había empezado diez años atrás cuando, en su llamado annus mirabilis de 1905, Einstein sacudió el mundo de la física con una serie de publicaciones claves, entre las que estaba la Teoría Especial de la Relatividad, siendo un “experto técnico de tercera clase” de la oficina de patentes de Berna.

Sin embargo, esos logros sólo llevaron a que Einstein se hiciera celebre en un pequeño círculo de científicos. Su fama, más allá de los límites de la academia, vendría más tarde.

Lo primero que logró Einstein tras plantear la Teoría Especial de la Relatividad fue que la oficina de patentes lo ascendiera a experto técnico de segunda clase en 1906.

Más tarde, en 1908, Einstein es nombrado profesor extraordinario en Zúrich de donde -tras un paso por Praga entre 1911 y 1912- se marcharía a Berlín en 1914, liberado de la obligación de impartir clases.

Mientras Europa se desangraba en los campos de batalla -ya había estallado la I Guerra Mundial- Einstein se concentró en lo que para él sería el proyecto más importante de su vida, que sería la generalización de la Teoría de la Relatividad.

Einstein no se unió a la fiebre belicista que contagió a muchos científicos alemanes -incluido su mentor Max Planck- y, según escribió, miraba la guerra “con horror y piedad”.

No obstante, su principal ocupación en su primer año en Berlín no fue el activismo contra la guerra -aunque firmase declaraciones pacifistas cuando alguien se lo pedía- sino el desarrollo matemático para la generalización de la Teoría de la Relatividad.

En noviembre de 1915 -los días 11, 18, 25 y el 2 de diciembre- Einstein había llegado a la meta y presentó sus resultados ante la Academia Prusiana de Ciencias, en varias sesiones, y estos fueron publicados por primera vez en las memorias de la institución.

Mientras otros dedicaban su talento en medio de la confrontación a la producción de gas venenoso, Einstein había dado un paso en la ciencia pura, con una teoría que, al menos de momento, no tenía ninguna utilidad directa ni el campo militar ni en ningún otro.

Por eso no es extraño que, como dice el director del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, Jürgen Renn, en una entrevista que publica la revista “Der Spiegel” en su edición de esta semana, que la publicación de la teoría en 1915 sólo despertase el interés de algunos especialistas.

Las cosas cambiaron en 1919, cuando por primera vez se hizo una comprobación experimental de la teoría de Einstein.

“La I Guerra Mundial había terminado, la ciencia alemana estaba aislada en el extranjero. El pacifista Einstein era casi el único científico aleman con el que la gente hablaba en París o Londres”, dijo Renn.

Además, la circunstancia de que hubieran sido científicos ingleses quienes habían logrado la prueba experimental para la teoría de Einstein deshacía de alguna manera la frontera entre naciones que hasta hacía poco eran enemigas.

“La opinión pública vio eso como un nuevo comienzo, la cooperación científica con fines pacíficos era posible. De lo que se trataba era de entender el cosmos y no ya de gas venenoso”, dijo Renn.

Einstein se convirtió entonces en el icono de lo que se veía como nuevos tiempos de la ciencia y, de la noche a la mañana, en algo como una estrella de pop, tal vez la primera en la historia de la ciencia.

En su piso en Berlín estuvieron actores como Charlie Chapin, escritores como Gerhard Hauptmann o políticos como Walter Rathenau. Sus fotografías -en las que casi siempre aparece despeinado- hicieron de su rostro uno de los famosos del mundo y, como el propio Einstein lo diría más tarde, todo lo que decía se convertía en titular de prensa.

“Berlín es la ciudad con la que estoy más ligado por vínculos científicos y personales”, dijo Einstein en una ocasión.

Sin embargo, Berlín dejó de ser su ciudad en 1933 cuando los nazis llegaron al poder y él, que estaba dictando conferencias en EEUU, decidió no regresar. En todo caso, ya en 1916, en un artículo contra la guerra, Einstein había escrito que para él la pertenencia a uno u otro estado no tenía elemento sentimental alguno,

Si hoy se busca en google con “Einstein” y “Berlín” lo primero que se encuentran son las distintas filiales del Café Einstein. Sin embargo, a la orilla del río Spree también hay un busto suyo con una cita en la que dice que no se puede resolver un problema con la misma lógica que lo generó.

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