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Cambio climático
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ESA quiere mantener operativos sus satélites CryoSat y Smos después de 2017

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ESA quiere mantener operativos sus satélites CryoSat y Smos después de 2017
Cryosat, lanzado en 2010, fue el primer satélite en medir el grosor del hielo en los polos y verificar el cambio climático al detectar un importante descenso de la superficie y volumen de esa capa helada en lugares como Groenlandia o la Antártida (ESA)

PRAGA. La Agencia Espacial Europea (ESA, en sus siglas en inglés) mantendrá sus misiones científicas Cryosat y Smos operativas después de 2017, fecha teórica de conclusión de estos dos programas de observación de la Tierra desde el espacio.

“Por lo que veo, se intentará todo lo posible por mantener estos satélites con vida, incluso más allá del período previsto”, es decir, el año próximo, declaró este jueves a Efe en Praga Wolfram Mauser, presidente del Comité de Asesoramiento sobre Ciencias de la Tierra (ESAC, en inglés) de la ESA.

Este comité independiente de expertos y la dirección de ESA, organización intergubernamental dedicada a la exploración espacial y que agrupa a 22 miembros europeos, consideran que tiene sentido seguir recibiendo datos del espacio a través de esos satélites.

Aunque el combustible es el factor limitador, “todos esos satélites tienen buen estado de salud y pueden vivir bastantes años”, confirmó el alemán, participante en el simposio “Planeta Viviente 2016” de la ESA, que se celebra en la capital checa hasta el viernes.

Cryosat, lanzado en 2010, fue el primer satélite en medir el grosor del hielo en los polos y verificar el cambio climático al detectar un importante descenso de la superficie y volumen de esa capa helada en lugares como Groenlandia o la Antártida.

El Smos, lanzado en 2009, puede con sus sensores medir la humedad en la Tierra y salinidad en los mares, y ayuda a detectar sequías y predecir la calidad de las cosechas.

El tercer satélite actualmente en órbita, el Swarm, fue lanzado en 2013 y con su magnetómetro puede observar el efecto en el clima de los cambios en los campos magnéticos del planeta.

En breve se incorporarán nuevos satélites a esta lista de observadores espaciales de la Tierra.

El ADM Aeolus, previsto para entrar en órbita en 2017, y EarthCare, para 2018, se orientan a la atmósfera, en concreto, a obtener detalles de nubes y vientos con el fin de entender mejor el sistema climático.

Los datos procedentes de estos satélites contribuirán, según Mauser, a las estrategias para cumplir con el objetivo de que el aumento de las temperaturas se mantenga por debajo de los dos grados centígrados, un objetivo acordado en la cumbre del clima de París del pasado diciembre.

Aunque en París se habló de dos grados, “sería muy bueno intentar que fuera 1,5 grados, pero no está claro cómo lograrlo, y tendremos que aumentar nuestros esfuerzos para llegar a este punto”.

“Si descarbonizamos nuestras vidas hasta entonces, luego será más fácil” que se vaya reduciendo el CO2, afirma Mauser sobre la batalla contra las emisiones que quieren librar los Estados en este siglo.

Más adelante se lanzarán otros dos satélites, en 2021 el Biomass, y en 2023 el Flex, que observarán con más detalles la vegetación del planeta.

Biomass medirá por primera vez la biomasa de los densos bosques tropicales, ya que actualmente no es posible acceder a ella, porque “los bosques son tan densos que no podemos mirar a través con los sensores remotos normales”, dice el experto.

Con el nuevo satélite, que operará en la nueva frecuencia “P”, nunca antes utilizada en el espacio, se podrá calcular cuánto carbono está acumulado ahí y cómo varía.

“Cada medio año tendremos un biomapa de los densos bosques del globo y veremos como la deforestación y reforestación está cambiando la biomasa”, señaló.

La ESA considera esta misión “muy importante para las negociaciones de cambio climático en el futuro”, asegura también Mauser.

Flex, por su parte, medirá la fluorescencia de la vegetación, que al estar “agobiada” por la falta de agua, aumento de temperatura o exceso de energía, entonces emite una luz que hay que distinguir del reflejo solar.

“Cuando el clima cambia y hay un crecimiento de estos síntomas (de fluorescencia), se puede ver cómo los ecosistemas cambian. O los bosques, cuando hay señal de falta de agua y el riesgo de incendio aumenta, sobre todo en el Mediterráneo”, explica Mauser.

Este satélite científico irá al lado del Sentinel 3, que desarrolla una misión operativa dentro de la iniciativa europea Copérnico, y que acaba de ser puesto en órbita.

Con su radiómetro óptico e infrarrojo, el Sentinel 3 facilitará datos útiles para las empresas pesqueras, navieras y el sector agrícola.

Los primeros datos del Sentinel 3A ya están, si bien aún está en fase de ajuste, antes de que se facilite la información públicamente, algo que se prevé a fin de año.

“Antes de fin de año tendremos los primeros resultados de Sentinel 3”, apostilló Mauser.

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