Aromas y sabores de la India en el filme “The Lunchbox”

SANTO DOMINGO. Si de cine y gastronomía se trata, el continente asiático se destaca por las producciones que desde esa zona del planeta han surgido. “Comer, beber y amar”, “El aroma de la papaya verde”, “La joven de las especias”, son algunos de los títulos más conocidos. Desde la India nos llega ahora, gracias al Festival Internacional de Cine Fine Arts, el filme “The lunch box”, que despliega un notable catálogo de recetas de cocina tradicional, al tiempo que permite una mirada profunda a la vida en las sobrepobladas ciudades de una cultura milenaria.

La vida es un tren

Saajan es un funcionario público que labora en contabilidad. Ha enviudado recientemente y vive solo en Mumbai, a muchos kilómetros de su lugar de trabajo, por ello pasa largas horas en tren. Junto con él, viajan diariamente cientos de loncheras con la comida del almuerzo que los familiares envían a los trabajadores.

Es un servicio de distribución antiguo y famoso por su precisión en entregas a tiempo. A Saajan le envían su comida desde un restaurante, pero un día, por error, recibe la lonchera de otra persona, lo cual provoca un cambio total en su razón de vida.

La cocinera

Saajan es un conocedor de la cocina de su región, y en vez de tratar de corregir el error, manda un mensaje en la lonchera con observaciones acerca de lo degustado. Detrás de los exquisitos platos está Ila, una joven madre y esposa, a quien su marido no valora sus esfuerzos culinarios y la descuida por su carrera profesional. Se entabla entonces una relación epistolar entre cocinera y comensal.

Con muchos años en el servicio y cerca de su jubilación, Saajan se ve obligado a entrenar a Shaikh, un joven que pronto le reemplazará. Alegre, voluntarioso y fanático de la cocina, el nuevo empleado se gana el aprecio del veterano contador, al punto que éste le invita a probar los manjares que recibe; la amenaza que Shaikh representaba se transforma en amistad.

El amor entra por la boca

Los protagonistas van mejorando sus relaciones con los demás producto del diálogo en torno a la cocina. Aromas y sabores hablan más por los personajes que sus parlamentos. El cambio de ánimo poco a poco se va convirtiendo en un romance. Ila empieza a vislumbrar un futuro distinto con alguien que verdaderamente la aprecia por lo que mejor sabe hacer: cocinar.

La paradoja virtuosa

Lo más destacable de este relato es la construcción de un imaginario sensorial en el espectador. Si bien no podemos ni oler ni degustar los platillos, con la historia, la puesta en escena y los personajes, el director consigue ir más allá de lo bidimensional aportado por la imagen y el sonido, agregando el olfato y el gusto.

Buenas actuaciones, un guión novedoso, mucho color local, pero con una mirada universal al mundo de los sentidos con cierto toque de elegancia y dignidad. Altamente recomendable para los aficionados a la cocina y a las historias diferentes.

Mario Núñez Muñoz