"Marguerite & Julien", una historia de incesto basada en hechos reales
En la proyección mañanera de "Marguerite & Julien", faltó compromiso artístico
Alfonso Quiñones
CANNES, Francia. No importa que sean cinco los filmes franceses en la Sección Oficial. Hasta ahora, ninguno de los mostrados ha logrado entusiasmar a la crítica. También ha defraudado "Marguerite & Julien" un filme realizado por Valérie Donzelli, con guión del director y de Jérémie Elkaïm, quien hace además de Julien en la película, que trata sobre el amor incestuoso de dos hermanos en los años 1600.
La densidad del ritmo narrativo, el aparentemente novedoso -pero que no llega a cuajar- juego de meter la modernidad actual en esa época, con la inclusión de un automóvil, por ejemplo, se torna en un ineficaz elemento que compite contra la credibilidad artística de la película.
La película, contada como cuento de niñas, se debate entre eso y la recreación seria y profunda de un fenómeno, donde faltaría indagar en las causas que lo propician, además de que hubiese sido un excelente motivo para reflexionar y debatir como la tragedia que en sí mismo es.
"Mis hijos serían sobrinos tuyos a la vez, y yo tía de mis propios hijos", dice Marguerite asumida por Anaís Demoustier, cuando estos Zeus y Hera del siglo XVII han huido tras el rechazo de la sociedad.
Faltó un profundo análisis psicológico de los personajes y del propio entorno, sobre este tabú occidental como para provocar otro sentimiento en la sala que no fuese la frialdad final.
"El incesto entre hermano y hermana se practicaba en las familias reales de Tahití y en las antiguas dinastías de Egipto. Estas últimas eran aristocracias africanas, que pudieron haber sido también el origen de la descendencia por línea materna de África occidental, a través de las migraciones transaharianas. En los casos conocidos de matrimonios reales entre hermanos, la explicación reside en el alto grado de jerarquía que estaba en juego, y en que se consideraba que los reyes eran dioses o estaban por encima del nivel humano. Entre los dioses, se practicaba el incesto sin que hubiera protestas morales, y por tanto, era una forma de colocar también a las familias reales de esas sociedades muy por encima de la gente común", dice en un artículo sobre el tema el canadiense Phil Bartle.
En fin, que en la proyección mañanera de "Marguerite & Julien", faltó compromiso artístico y sobró hielo y escozor.
La densidad del ritmo narrativo, el aparentemente novedoso -pero que no llega a cuajar- juego de meter la modernidad actual en esa época, con la inclusión de un automóvil, por ejemplo, se torna en un ineficaz elemento que compite contra la credibilidad artística de la película.
La película, contada como cuento de niñas, se debate entre eso y la recreación seria y profunda de un fenómeno, donde faltaría indagar en las causas que lo propician, además de que hubiese sido un excelente motivo para reflexionar y debatir como la tragedia que en sí mismo es.
"Mis hijos serían sobrinos tuyos a la vez, y yo tía de mis propios hijos", dice Marguerite asumida por Anaís Demoustier, cuando estos Zeus y Hera del siglo XVII han huido tras el rechazo de la sociedad.
Faltó un profundo análisis psicológico de los personajes y del propio entorno, sobre este tabú occidental como para provocar otro sentimiento en la sala que no fuese la frialdad final.
"El incesto entre hermano y hermana se practicaba en las familias reales de Tahití y en las antiguas dinastías de Egipto. Estas últimas eran aristocracias africanas, que pudieron haber sido también el origen de la descendencia por línea materna de África occidental, a través de las migraciones transaharianas. En los casos conocidos de matrimonios reales entre hermanos, la explicación reside en el alto grado de jerarquía que estaba en juego, y en que se consideraba que los reyes eran dioses o estaban por encima del nivel humano. Entre los dioses, se practicaba el incesto sin que hubiera protestas morales, y por tanto, era una forma de colocar también a las familias reales de esas sociedades muy por encima de la gente común", dice en un artículo sobre el tema el canadiense Phil Bartle.
En fin, que en la proyección mañanera de "Marguerite & Julien", faltó compromiso artístico y sobró hielo y escozor.
Alfonso Quiñones
Continuar con Google