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Roy Andersson: la vida es más absurda que las películas

Andersson abandonó hace tiempo la forma tradicional de narración cinematográfica

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Roy Andersson: la vida es más absurda que las películas
Roy Andersson. Archivo EFE
MADRID.- El sueco Roy Andersson ganó el León de Oro de Venecia con "Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia", una película compuesta por escenas cortas tan absurdas como cotidianas, un estilo de cine que para el realizador refleja mejor la realidad.

"Creo que merecemos más absurdidad cuando hacemos películas porque la vida en sí misma es más absurda que las películas", afirma el realizador en una entrevista con Efe sobre un filme recién estrenado en Argentina y Brasil y que desborda un sutil sentido del humor.

Compuesta por 36 escenas que no necesariamente cuentan una historia completa, Andersson abandonó hace tiempo la forma tradicional de narración cinematográfica para mostrar "colecciones de situaciones sobre los seres humanos".

Esa forma de narra es "más rica" y "cuenta más sobre nosotros que una historia", opina el director, de 72 años y con solo seis largometrajes en 48 años de carrera.

"Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia" es el cierre de una trilogía que incluye "Songs from the Second Floor" (2000) y "You the Living" (2007) y que comenzó en realidad con un cortometraje, "World of Glory" (1991).

Una serie de trabajos con los que reflexiona sobre la existencia, como señala el título de este tercer largometraje que, al igual que los anteriores da una visión muy local y al mismo tiempo muy universal de los seres humanos.

"Me veo a mí mismo como un cosmopolita", afirma Andersson, que quiere que los espectadores vean sus películas como "si fueran viñetas, muy puras, condensadas y claras y que cuentan cosas importantes con un sentido del humor muy especial".

Una pareja de representantes grises de apariencia y espíritu, que venden objetos de broma -inspirados en Stan Laurel y Oliver Hardy-; unos soldados al servicio del rey Carlos XII (siglo XVII) que entran en un café contemporáneo; un bar en el que todo confluye; una serie de muertes absurdas o una cita fallida a las puertas de un restaurantes.

Pequeñas historias disparatadas, contadas desde la sobriedad del diálogo parco y el plano fijo, con encuadres amplios y abiertos para que el espectador pueda ver todo lo que se desarrolla en el segundo plano de la acción.

Un estilo que, resalta el realizador, está de acuerdo con la teoría del crítico francés André Bazin. "Se trata de no subrayar las cosas para la audiencia, sino de escribir en los márgenes. Es esencial que descubran por sí mismos lo que es importante, por eso prefiero los planos abiertos y amplios para permitir que la gente decida lo que quiere ver".

Y para poder verlo todo, Andersson utiliza lo que él denomina "luz sin piedad", en la que "no hay sombras para esconder nada".

Unos planos, encuadres y fotografía inspirados en la pintura de Pieter Brueghel el Joven, que pintó mucho sobre la vida cotidiana en pueblos de Holanda de su época, el siglo XVII.

"También añadía algunos pájaros en sus cuadros que miraban hacia abajo, observando lo que los seres humanos estaban haciendo, pero no eran palomas, eran cuervos, pero yo cambié los cuervos por palomas", explica el realizador.

La razón estuvo en un viaje que realizó al sur de Suecia mientras trataba de finalizar el guion de la película. "Vi que en un árbol había una paloma y pensé que quizás esa paloma también tenía problemas con la existencia, igual que en mi guion" y de ahí surgió el título del filme, tan surrealista como su contenido.

Una película que el realizador quiere que se asemeje al trabajo de grandes pintores -cita a Goya como gran referente-, que logran que sus cuadros sean contemplados durante horas.

"La gente puede estar frente a una pintura durante horas pero hay muy pocas imágenes en el cine que tengan esa cualidad que haga que alguien se quede mirándola durante tanto tiempo. Yo quería cambiar eso, contribuir a que se miren las películas de una forma tan seria como las pinturas, esa es mi ambición", resalta.

Un estilo que nada tiene que ver con las grandes superproducciones del cine actual, mucho más pobre en opinión de Andersson que el que se realizaba entre los años cincuenta y setenta, con las grandes renovaciones cinematográficas y con nombres como Luis Buñuel, uno de sus directores favoritos.

Pese a todo, Andersson es optimista y espera que el cine evoluciones a mejor porque, asegura, "Buñuel aún inspira a las nuevas generaciones".