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La paridad llega a las Grandes Ligas de la mano del pitcheo

El curso pasado fue la campaña con más ponches de la historia

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La paridad llega a las Grandes Ligas de la mano del pitcheo
Los “ricos” Gigantes tuvieron que emplearse a fondo para ganarle a los “humildes” Reales.

NUEVA YORK. Para triunfar en una era de paridad en el béisbol de Grandes Ligas, los equipos hurgan todo clase de métodos para conseguir una ventaja competitiva.

La última Serie Mundial lo evidenció mejor que nunca.

Los Gigantes de San Francisco se convirtieron en el primer equipo de la Liga Nacional desde la década de los 40 en ganar tres campeonatos del Clásico de Otoño en un periodo de cinco años. Su fórmula se basó en un abridor extraordinario como Madison Bumgarner, un bullpen infranqueable y hacer contacto con la pelota

Del otro lado estuvieron los Reales de Kansas City, empleando los mismos ingredientes, poniéndole énfasis a la velocidad en las bases. Representaron a la perfección los mercados “pequeños” que ahora pueden pelear de tú a tú con las billeteras de gigantes como los Yanquis y los Medias Rojas.

Al poner fin a su gestión de 22 años como comisionado, Bud Selig se vanagloria de la paridad en el deporte, con más equipos de la clase media y baja —como los Reales, Piratas, Cerveceros, Atléticos y Rojos— codeándose con las pesos pesados. La de 2014 fue la primera temporada desde 1993 en la que tanto los Yanquis como los Medias Rojas no avanzaron a lo postemporada. Desde el 2000, 29 de los 30 equipos se han clasificado a los playoffs, con Toronto como la única salvedad.

La última Serie Mundial fue inédita: un duelo entre dos rivales que no alcanzaron las 90 victorias en la temporada regular, pero que ofreció una vibrante contienda que se fue al máximo de siete juegos y acabó con la carrera del empate en la tercera base con dos outs en la novena entrada.

Durante el curso de la temporada, la discusión se centró en el declive de la producción ofensiva. Clayton Kershaw, un pitcher, se consagró como el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional, algo que no ocurría desde 1968.

Los bateadores registraron un promedio colectivo de .251 este año, la cifra más baja en las mayores desde el .244 en 1972. Al año siguiente, la Liga Americana introdujo el bateador designado.

Mike Trout fue el ganador del Más Valioso de la Americana, pero uno con varios lunares. Un MVP que lideró su circuito con 111 remolcadas, el número más bajo para el primero de esa categoría desde las 109 de Lee May en 1976. Un MVP que lideró su circuito con 184 ponches, uno de los 17 jugadores que en el año que acumularon 159 o más.

Los equipos acumularon un promedio de 7.70 ponches por juego, la cuenta más alta en la historia.

“A los bateadores ya no les importan poncharse”, comentó George Brett, un miembro del Salón de la Fama que se retiró con la distinción de ganar el título de bateo en tres décadas diferentes. “Yo me enojaba cuando me ponchaba. Ahora poncharse es algo natural dentro del juego”.

Con el bateo por el suelo, los equipos tienen una desesperación de encontrar ofensiva como sea.

Al abrirse la agencia libre en el receso de invierno, las tres fichas más atractivas era lanzadores: Jon Lester, Max Scherzer y James Shields. Lester fichó con los Cachorros de Chicago por seis años y 155 millones de dólares, mientras que Shcerzer busca superar la barrera de los 200 millones.

AP