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De A-Rod a Hamilton, y la hipocresía del perdón a las drogas

De Tim Raines a Paul Molitor, y la larga lista de peloteros vinculados al uso de estupefacientes

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De A-Rod a Hamilton, y la hipocresía del perdón a las drogas
Alex Rodríguez tendrá que cargar una mochila pesada.

TAMPA, FLORIDA. Alex Rodríguez debe fijar en su chaqueta Yanqui desde ahora hasta el final de sus días como jugador y más allá una letra escarlata con las letras: “C” por “cheater” (tramposo), “L” por “liar” (mentiroso) y, por supuesto, “S” en tipo de bloque, en el color más fuerte, más brillante posible por “steroids” (esteroides).

Él lo sabe. Se ve tan hastiado con la expiación diaria que sirve alrededor de cazadores de autógrafos. Se puede ser cínico al analizar sus observaciones diarias a profundidad y con tristeza y arrepentimiento. El tema es el mismo: ha sido humillado, y es una lección de humildad que se ha apoderado de él.

“Algunas veces”, dijo el jueves, después de tomar el terreno como un Yanqui por primera vez desde septiembre de 2013, “puedes tomar por un hecho ser un jugador de las Grandes Ligas”, y está claro que, en muy pocos, en el momento presente, él no va a permitir que le ocurra de nuevo.

No está sólo utilizando esas cartas. Una dinámica interesante cubriendo los últimos años de Andy Pettitte con los Yanquis fue esta: si lo hiciste de la primera palabra hasta la 700 sin utilizar la palabra “esteroides” o uno de sus tíos, ibas a escuchar sobre esto, y no sólo por los que odian a los Yanquis, sino a menudo por los más devotos de sus fanáticos.

Puedes subir y bajar la lista de esos que han sido expuestos como tramposos con los esteroides o vinculados a ellos con evidencias circunstanciales: Siempre habrá personas incapaces de separar a los jugadores de los pecadores, los atletas de los transgresores.

Rodríguez puede ser el más prominente de una lista que incluye a a Roger Clemens, Barry Bonds y Mark McGwire, pero cualquiera que alguna vez haya sido tintado por los esteroides ha recibido el mismo trato: Te dejaremos jugar. Pero no te dejaremos olvidar.

Si usted tiene edad para recordar cómo era la década de 1980 (en Nueva York) podrá recordar la cocaína como una parte diaria de la vida. Quizás usted nunca lo probó, quizás nunca estuvo alrededor, pero estaba omnipresente, especialmente si era un fanático deportivo.

Se produjo la noche trágica en la que Len Bias murió, sólo ocho días más tarde falleció el jugador de fútbol americano Don Rogers. Hubo dos jugadores de los Mets, Dwight Gooden y Darryl Stawberry, que tenían carreras con calibre de inmortales que fueron arruinadas por las drogas. El jugador más popular del equipo, Keith Hernández, testificó en un jurado de drogas en Pittsburgh que la coca era un “demonio en mí” y “el diablo en esta tierra”.

Tim Raines admitió que se deslizaba en las bases de cabeza para no dañar los viales de cocaína que guardaba en los bolsillos traseros del pantalón.

El nombre de Paul Molitor también apareció en un juicio en Pittsburgh. Él admitió haber consumido cocaína y mariguana cuando era un joven jugador. Pero ingresó al Salón de la Fama, y ahora será el dirigente de los Mellizos.

Ahora es un tema relevante por Josh Hamilton se reunió con las Grandes Ligas porque, aparentemente tuvo, una recaída. Hamilton, como Rodríguez, una primera selección del sorteo, ha tenido muchas historias relacionadas al uso de sustancias.

La mayoría de personas entienden que cuando se combate contra la adición la lucha es de todos los días y para siempre. Pero, ¿es esa la razón por la cual tenemos como público que perdonar los daños que produce la cocaína al deporte? No todo el que la usó abusó, la mayoría eran jóvenes buscando diversión.

Todos sabemos cuál podría ser el primer párrafo de los obituarios de cada tramposo de esteroides. Es su destino. Y quizás sea justo. Pero hemos demostrado tener la capacidad de perdonar en el pasado. ¿Podrá eso ocurrir con Alex Rodríguez y los otros que cometieron el error de escoger la justicia como su elección de arma de destrucción masiva para defenderse?