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Corrupción
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La delgada línea que separa persuasión de corrupción en el deporte

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La delgada línea que separa persuasión de corrupción en el deporte
Joseph Blatter, al centro con corbata azul, en su más reciente visita a la República Dominicana, en 2013. El primero a su izquierda es Jérôme Valcke, entonces secretario general y quien este año fue suspendido. Le sigue Jeffrey Webb, que fue apresado en Suiza en medio de un escándalo de corrupción. A su lado figuran Osiris Guzmán y Félix Ledesma, presidente y vicepresidente de la Fedofútbol. (FEDOFÚTBOL)

PARÍS. Desde sugerencias amistosas a agresivas presiones, pasando por sobornos... El elenco de maniobras destinadas a conseguir un contrato en el deporte o a hacer ganar a una candidatura es variado. Así lo demuestran los escándalos que sacuden a la FIFA o la IAAF, en la que está implicado su presidente, Sebastian Coe.

La cabeza visible de los Juegos de Londres fue acusado de haber favorecido la concesión de los Mundiales de atletismo del 2021 a la ciudad de Eugene (Estados Unidos), en la que se fundó la marca deportiva Nike, para la que Coe ha ejercido como embajador remunerado. La polémico motivó que este jueves anunciara que abandona ese cargo de embajador.

Este típico caso de conflicto de intereses es habitual en el deporte.

“Es muy inusual que se otorguen ventajas después de un soborno directo”, explica Pim Verschuuren, investigador del Instituto de relaciones internacionales (IRIS). “Un país hace comprender a otro ‘si tú votas por mí, mi equipo vendrá a jugar un partido amistoso a tu país’ y generará así varios millones de dólares en derechos de televisión... No es explícito, no es corrupción”, prosigue señalando que así es cómo se atribuyen todos los grandes eventos de la era moderna, cuyo valor estriba sobre todo en los derechos de televisión.

La importancia de Suiza

La situación es diferente cuando circulan los maletines de dinero, los pagos al contado, como fue el caso probado de la atribución por el COI en 1995 de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City (2002).

“En ese caso se trata de corrupción”, prosigue Pim Verschuuren, “pero esta existe en el deporte y en todas las actividades transnacionales”. La verdadera diferencia es que “el deporte sólo depende de sí mismo, no tiene que dar cuentas a nadie”.

Las organizaciones deportivas aplican sus propias reglas. “Haría falta que el movimiento deportivo se comprometa a realizar reformas en las estructuras independientes de control”, estima el francés Jean-François Vilotte, abogado y consultor de la UNESCO, sobre las políticas de lucha contra el dopaje.

Los Estados, soberanos mientras los actos reprobables se produzcan sobre su territorio, tienen un papel que desempeñar.

Empezando por Suiza, que alberga a la inmensa mayoría de las organizaciones deportivas internacionales, entre ellas la FIFA y el COI.

“Hace diez años, Suiza habría juzgado inconcebible detener a los dirigentes deportivos”, señala Jean-François Vilotte, aunque matiza que las autoridades helvéticas están “cada vez más concienciadas” en la materia.

Entre diciembre de 2014 y junio de 2015, los parlamentarios suizos establecieron los delitos de blaqueo y corrupción por los dirigentes deportivos que no estan regulados, abriendo la puerta al fin de la impunidad.

¿La ONU entra en el juego?

Bajo presión, las organizaciones deportivas adoptan con diferente grado de diligencia las reglas de ética y transparencia. El COI abrió los ojos tras el escándalo de Salt Lake City a principios del milenio, pero el camino que queda por recorrer es largo.

Jean-François Vilotte y otros expertos consideran que la regulación política de las instancias deportivas internacionales podría ser tratada mediante el derecho público internacional.

“Cuanto más tarde el movimiento deportivo en dar pruebas de transparencia, mayor será la tentación de los estados de ser sujetos penales”, estima Jean-François Vilotte, aludiendo a la posible intervención de instituciones como la ONU o el Consejo Europeo.

Ello permitiría evitar situaciones embarazosas y argumentos estrafalarios como el defendido por Franz Beckenbauer, presidente de la candidatura del Mundial-2006, quien afirmó en una entrevista televisada llegar hasta los límites, pero sin corrupción. Todo un ejercicio de equilibrista.

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