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Hombres de gris, extorsiones y atracos

Homicidios ilegítimos, asociación con delincuentes, abuso de poder. De los actos delictivos cometidos por miembros de la Policía Nacional, los que implican sangre y narcotráfico son los que se toman los titulares de la prensa. Pero, ¿qué pasa con las extorsiones de rutina, o los asaltos silenciosos que afectan a los ciudadanos más corrientes?  

*Los nombres de los civiles involucrados han sido cambiados a petición de ellos mismos. 

 

— Vamos a hacer esto rápido para que no pase nada. Si no, te voy a meter droga en el carro, vamos a ir al destacamento, y vas a tener líos.

El hombre que hablaba vestía botines negros y uniforme gris, y estaba sentado en el asiento del copiloto sin haber sido invitado. Era un viernes de octubre pasado, y las sombras de medianoche caían sobre el Chevrolet Aveo detenido en la calle Pedro Henríquez Ureña de la capital. A veinte metros estaba la Avenida Lincoln, transitada y luminosa.

Al hombre que hablaba no le había costado nada entrar al carro: investido de su autoridad policial, solo había tenido que señalarle a Roberto (24 años) que se detuviera, pedirle sus documentos, meter la mano por la ventana derecha y quitar el seguro mientras el joven revisaba su cartera.

Cuando Roberto levantó la cabeza, el hombre que hablaba estaba a su lado con una pistola descansando en su regazo.

— ¿Llevas armas de fuego en el carro?
— No -le contestó nervioso Roberto-, pero si quieres vamos a revisar el baúl.

El hombre que hablaba se negó. "Quería resolver todo dentro del carro", recuerda el estudiante. Perturbado, Roberto trató de alcanzar con la mirada al otro hombre de gris que esperaba en la acera al costado de la moto policial. No tardó en darse cuenta de que ese estaba vigilando que nadie los viera. No lo ayudaría.

Tratando de hacer lo correcto, Roberto le entregó sus documentos al hombre que hablaba: el policía los tiró con impaciencia en el suelo.

— Abre tu billetera -le ordenó. Roberto tenía 3 mil pesos-. Ah, pero con eso yo no resuelvo. Vamos a un cajero.
— Vamos, no hay problema. Pero en el cajero no tengo nada, esto es todo lo que tengo.
— Enciende el carro. Yo con esto no resuelvo, pero no te quiero ver más por acá. Dame los 3 mil pesos.

El hombre que hablaba tomó el dinero y se bajó del carro. Roberto se quedó con el corazón latiendo duro.

Nunca denunció.

***

En República Dominicana, pocos confían en la policía. Según la encuesta realizada en el Barómetro de las Américas 2010, el 59% de los dominicanos piensa que la Policía está involucrada en actos delictivos, mientras que apenas el 30% cree que la institución protege a la ciudadanía.

Es más: al medirse la confianza en las instituciones, la Policía Nacional queda en el penúltimo puesto. Solo el 40% de los encuestados le da su voto de confianza. Los partidos políticos son los únicos en obtener una menor calificación, con un 33%. Esto convierte a República Dominicana en uno de los países de la región con menor confianza en el organismo destinado a proteger a sus ciudadanos.

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***

Eran cerca de las doce de la noche del viernes 6 de enero. Mauricio (42 años) caminaba por la calle Arzobispo Meriño hacia la Hostos, en la Zona Colonial, cuando dos policías en moto le cortaron el paso. "Me dijeron que me tenían que registrar. Al principio me negué, porque ¿de qué soy sospechoso? Yo iba camino a mi casa". Al final, cedió:

— Registren lo que quieran -les dijo con desprecio, y empezó a buscar su identificación. Uno de los policías revisaba su cajetilla de cigarros:
— Aquí está lo que buscamos -dijo el de gris. Había un porro de marihuana que Mauricio nunca había visto.
— Eso no es mío.
— ¿Ah, no? ¿Y de quién es? Usted se va preso. Súbase al motor.
— Ok, ¿cuánto es lo que ustedes quieren? Tengo 700 pesos.
— ¿Usted con quién vive? Llame a alguien.
— Yo soy solo.
— Ah, bueno. Se va preso.

Obligado, Mauricio subió a la moto. Tenía rabia y quería demostrar en el destacamento que la droga no era de él. Su sorpresa vino cuando se dio cuenta de que no iban al retén más cercano: el motor había cogido hacia el Malecón.

— ¿Dónde me llevan? -se inquietó.
— ¿Estás seguro de que no vives con nadie? -lo siguieron interrogando durante el trayecto-. ¿Cuánto es que tú tenías?
— 700 pesos.
— Hazlo aquí en el camino. Saca el dinero mientras vamos en el motor.

"Me devolvieron la cajetilla, sin la droga, por supuesto", cuenta Mauricio. Lo que más le molestó de toda la situación, relata, es que cuando ya se bajaba del motor, los dos policías tuvieron el descaro de darle la mano y decirle "Bueno, tú te das cuenta de que nosotros te ayudamos".

Mauricio dejó su denuncia estampada en la Politur.

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***

La Dirección Central de Asuntos Internos de la Policía es el organismo encargado de prevenir e investigar las malas conductas policiales. Las acciones relacionadas con corrupción, abuso de poder y hasta los casos de violencia intrafamiliar que impliquen a los integrantes de la Policía Nacional pasan por sus manos.

Al mes, el organismo recibe unas cien denuncias. Las fuentes de estas denuncias, explican en la Dirección, son mayormente civiles. Durante enero de 2012, la Dirección recomendó cancelar a 27 funcionarios, 19 de ellos acusados de corrupción. De ellos, cuatro habían estado implicados en casos de extorsión, tres en atracos, y dos en sobornos.

A qué porcentaje de la realidad representan estas cifras y cuántos casos se disuelven en la calle, es difícil de determinar.

"Es importante que el ciudadano se involucre más", enfatiza el general Franklin Vittini Durán, director central de Asuntos Internos. "Debe implicarse en el problema que le está afectando, no solo ser víctima. Si en la calle hay un hoyo que causa daños a los carros, tiene que denunciar que está ahí para que las autoridades competentes den solución al problema. Y si el ciudadano ve que el policía lo está extorsionando, y no lo denuncia, entonces prácticamente se hace cómplice. Si le da el dinero, está alimentando a una persona que hace daño a la sociedad".

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***

— ¿Dónde está la droga? - le espetó el hombre de gris.
— ¿De qué está hablando? -le contestó, perplejo, Javier (41 años).

Eran las 10:30 de la noche del segundo semestre del 2011, y Javier no había podido avanzar con su yipeta cuando el semáforo dio la luz verde en la Avenida Churchill. Una camioneta blanca y desbaratada de la policía, con cuatro uniformados al interior, le había cortado el paso. Ahora, uno de ellos lo interrogaba con un arma en la mano.

— Nosotros estábamos acechando al motorista que se paró a hablar contigo en el semáforo. Él vende droga.

Había sido cuestión de segundos. Un hombre en moto que se detiene a su lado, posa la mano en el techo de la yipeta, le consulta la hora. Javier se la da. Luz verde.

— Bueno, y si están siguiendo al motorista ¿para qué me paran a mí? ¡Él es el que vende drogas! Búsquenme, yo no tengo nada.

"Ahí empezó el medio show", recuerda Javier. "Me dijo que íbamos a la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), que yo estaba prácticamente preso. Que él se iba a montar conmigo en el carro y que tenía que seguir a la patrulla. Yo dije ‘vamos".

Los carros partieron por la Kennedy y doblaron hacia el Jardín Botánico. "Yo no sé dónde está la DNDC pero no está para ese lado, eso seguro. Ahí me sonó mal la cosa. Había algo raro. Empecé a jugármela. Le dije que le encontráramos la vuelta, que qué podíamos hacer para resolver esa cosa amigablemente. Entonces me dijo: "Dame el dinero que tú sacaste".

Minutos antes, Javier había retirado casi 5 mil pesos de un cajero de la calle.

"Se lo tuve que dar todo". El policía se bajó del carro y fue hacia la patrulla. "Gracias a Dios no me dispararon. Yo la vi feo, estaba pensando ‘me van a tirar".

Al día siguiente, Javier fue a estampar la denuncia en el destacamento de la Avenida Churchill. Lo reprendieron por no haber anotado la placa -estaba doblada, no pudo verla-, lo recriminaron por no solicitar identificación y le espetaron que no tenía pruebas.

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***

"Por lo regular un policía le toma los documentos y le dice ‘acompáñeme' y van al destacamento. Pero usted no tiene por qué montarlo en su vehículo, a no ser que haya cometido un delito grave", asegura el general Durán.

Algunos estudios internacionales acusan los bajos salarios como causa de la corrupción policial: el sueldo base de un raso es de aproximadamente 6 mil pesos, a los que se pueden sumar entre 2 y 3 mil más de incentivo a los que hacen patrulla. Durán es firme: "Está bien que el sueldo no sea muy alto, pero eso es de formación. Una persona que tiene buena formación no incurre en acciones delictivas. No importa el sueldo que tenga. Porque hay quienes tienen sueldo alto pero son delincuentes".

Y lamenta: "En la sociedad, en todos los niveles y grupos sociales existen buenos y malos. Nosotros no somos una excepción. Pero la mayoría que componemos la institución policial somos gente de bien, la gran mayoría. Si hubiera en la calle, como mucha gente quiere pensar, 200 o 300 policías, de 30 mil que somos, delinquiendo y afectando a la sociedad, allá afuera no se pudiera caminar".

Dónde denunciar

Cualquier denuncia de mala conducta, corrupción, excesos y abuso de poder debe hacerse a la Dirección Central de Asuntos Internos de la Policía Nacional. Puede hacerse de forma anónima:

· De manera personal: En cualquiera de las oficinas.

· Por teléfono: Llamando a los números 809 688 0777 y 809 685 2483.

· Por escrito: Remitiendo la información a cualquiera de las oficinas.

· Por correo electrónico: A asuntosinternos@policianacional.gov.do.