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La mejor etapa de José Rincón Mora

Santo Domingo. A sus 73 años, José Rincón Mora es un pintor asombrosamente joven.  Basta recorrer las salas del Museo de Arte Moderno donde se expone hasta mañana martes 27 una gran muestra de su obra, para entender que en los años 70 del siglo pasado él ya hacía lo que algunos artistas jóvenes presentan hoy como innovaciones.

Tim Burton se sorprendería al ver que su "novia cadáver" o cualquiera de las criaturas de su película Beetlejuice estaban ya inventadas por Rincón Mora en esa década tan creativa de este pintor dominicano. Sus "muñecas" son tan actuales que cabe preguntarse si es que el arte de los últimos 50 años se repite porque todo está inventado o es que este inclasificable artista es fundamentalmente atemporal.

Dominicano y joven, hemos empezado diciendo. Y sin embargo Rincón Mora se siente fuera de sus dos patrias, República Dominicana y Alemania... y cansado: "Estoy cansado, pero es un cansancio quizás provocado por el silencio... viví demasiado tiempo en Alemania, pasé más de 40 años de silencio. Pero entonces, cuando regreso a mi país noto que tengo que recurrir al mismo silencio. Traté de envolverme aquí entre mi gente y veo que tengo problemas de entendimiento..."

Dominicano en Alemania y alemán en Dominicana. La soledad del que no se siente absolutamente aceptado, del que no identifica como propias las características nacionales de ninguna de sus dos patrias, en su caso se resolvió con una creatividad artística incuestionable.

Inclasificable y "feo"

¿Puede enmarcarse su arte en un movimiento artístico determinado? Ahí Rincón Mora ríe: " en el que usted quiera..." Se le ha clasificado de expresionista, neo expresionista, pintor metafísico... Entre el tenebrismo de algunas de sus obras, y el tranquilo optimismo de sus retratos, pasando por la soltura y curiosidad que reflejan sus copias de los grandes maestros, sí se puede consensuar es que es uno de los más grandes pintores dominicanos. Un artista cuyas creaciones han evolucionado acompañando sin concesiones su trayectoria vital.

El espectador, de una manera u otra siente ante sus lienzos una inquietud personal. Sus cuadros tienen esa virtud, don de los grandes artistas, de despertar más preguntas que respuestas. Es más fácil que el espectador ante un lienzo de Rincón Mora piense en su propia religiosidad que en la del autor del cuadro que contempla

"Mi arte es feo", sentencia con el rostro serio y los ojos sonrientes. Feo porque "me sale así." Feo en el sentido más directo: "no es decorativo, y no sé por qué es así. No puedo hacer otra cosa." Inevitable.

El color, su paleta en general, en lugar de ser decorativamente "bello" parece ampuloso; un dibujo grueso y de mano dura, firme y hecho directamente con el pincel, para que el producto final tenga diversos planos de interpretación.

 ¿Qué queda de aquel joven que pintó El Monaguillo, una de sus primeras obras reconocidas? "Pasó que me fui y eso es algo que todos los pintores jóvenes deben hacer, deben marcharse de aquí para poder desarrollar su talento sin trabas, para poder ser libres."

Marcharse para volver, marcharse para entenderse, marcharse para hacerse artista, para encontrar la libertad, para romper la cadena de la insularidad, marcharse para saberse solo. Siempre y en todas partes.

Cuando comenzó ese viaje que es su vida, becado por Alemania, Rincón Mora ya era arquitecto, ya había sido alumno de Jaime Colson, ya había recibido la educación de curas españoles que lo conectaron de alguna manera a la cultura europea... ya era muchos.

Arquitecto, vitralista, pintor... una visión de la vida más mediterránea que tropical, más europea que americana y sin embargo esencialmente dominicano, aunque él no lo sienta así: "no, no, no... No tenemos una identidad dominicana, eso no existe. Somos una isla siempre zarandeados por lo que viene de fuera, por la resistencia a aceptarnos."

Cansado, apátrida, y sin embargo intenso. Él, vitralista de iglesias y catedrales, hombre en un tiempo profundamente religioso, seguro en su contacto con ángeles, reconoce hoy una crisis espiritual que sin embargo no le enfrenta a la muerte: "siempre he sentido muy cercana la muerte, desde ese sonido de campanas que se oían en los pueblos. Creo que cuando me muera, en la caja, todavía estaré creando".

Y con esa sola frase, desmiente su cansancio creativo, desmiente su descreimiento religioso, desmiente su tristeza.

Si la muestra que se clausura mañana martes 27 en el Museo Arte Dominicano enseña algo, es que Rincón Mora se adentra ahora en una etapa de madurez personal y creativa retadora.
Es uno de los pintores dominicanos más cotizados y conocidos internacionalmente, y esta ambiciosa y completa exposición ha permitido al público conocer su trayectoria pictórica, que es su vida. Y ahí, frente a esos grandes formatos, a las instalaciones que abrirían camino a otros, a sus relicarios que recogen tradiciones viejas y las proyectan con una modernidad asombrosa. Frente a sus cristos y ángeles, a sus irreverentes muñecas, sus objetos fetiche y a sus tenebrosos pensamientos... al espectador no le cabe la menor duda de que se abre otra etapa para Rincón Mora. Probablemente la mejor. La madurez de los artistas suele ser su etapa más interesante.

Entrevista


José Rincón Mora: "El hombre que cultiva su intelecto y su interior es universal"

P. Nos ha recibido diciendo que está cansado...

R. Sí, pero es un cansancio quizás provocado por un silencio... Viví demasiado tiempo en Alemania, pasé más de 40 años de silencio. Llego aquí, a mi país, y noto que tengo que recurrir al mismo silencio porque traté de envolverme aquí entre mi gente y tengo problemas de entendimiento

Pero ese silencio quizá es el privilegio de los artistas. Quizá lo necesitan para encauzar su poder de creación.

Yo tuve que enfrentarme a un mundo con un arraigo de cultura de siglos. Creo que tuve, por fuerza, que abandonar mi piel y volverme lo que no soy. Pero realmente lo que vale es la acción de adentro hacia fuera, el mundo del pensamiento proyectándose hacia fuera de sí mismo. Y el choque viene cuando se da cuenta de que no tiene sitio en ese exterior.

¿Su contacto con culturas tan disímiles le hace un pintor universal?

El hombre que cultiva su intelecto y su interior es universal. Yo he sido el producto de una metamorfosis, me fui con 25 años de aquí. Conocí, todavía conozco mejor los pueblos que la capital... creo que tengo problemas con la gente de la capital. Encuentro que aquí existe un celo por defender una cosa que no les pertenece, porque aquí nadie puede seguir su genealogía desde el año 1500 hasta ahora.

Independientemente del país, quizá el artista está condenado a ser un solitario.

Lo único malo de esto del tiempo, la edad y la soledad es que las personas a mi edad como que se retiran... Antoni Tapies, por ejemplo, se recluía 6 o 7 meses a un montecito y volvía a Barcelona y no a pintar, sino a tomar café con sus amigos... Se iba y se escondía. Y explicaba que en Barcelona lo que él hacía era escribir el cuadro, dibujarlo en miniatura. Para trabajar necesitaba el aislamiento.

Usted vive en Europa seis meses al año, y allí se vive una crisis económica profunda pero también de identidad. Como artista, ¿esa situación repercute en su obra?

Sí, obligatoriamente. Ellos defienden su economía, su raza, su pueblo. Tienen una fuerza y una razón desconocidas en este sentido en nuestro medio. Defienden su cultura y su identidad porque la conocen y preservan desde hace siglos. Nosotros no podemos hacer eso. Y eso afecta a los que no somos de allí, porque, después de 40 años, de pronto nos sentimos ajenos.

Pero la gran parte de su trayectoria artística se desarrolla en Alemania...

Yo era muy querido, me querían mucho mis compañeros... hasta que publiqué un libro. Tenía un círculo íntimo de 35 personas y más de la mitad me negaron su amistad al revelar que yo no era el "pobre José". Porque hay una compasión hacia la pobreza, porque ellos saben muy bien qué es la pobreza. Después de la Segunda Guerra Mundial vivieron años terribles y eso les unió como país, como proyecto común de nación. Es muy fácil sentirse extranjero en Alemania.

Y aquí, ¿se siente extranjero después de vivir 40 años en Alemania?

La defensa del concepto de nación aquí es un poco artificial. Porque nación es una familia espiritual que se compone de la misma raza, de la misma lengua y la tradición. Y nosotros por ser una isla estamos viendo el balcón ajeno constantemente y esto desde que Colón llegó. Yo pienso que la nación dominicana no es la nación en el sentido en el que se vive el concepto, por ejemplo, en Alemania.

¿No existe la identidad de la nación dominicana?

Yo creo que no. No sabemos lo que somos, miramos a todas partes buscando orígenes europeos, africanos... Buscamos referentes para el futuro... No sabemos ni lo que somos, empezando por la raza.

Arte y creación

Usted ha dicho: mi arte es feo. ¿No se supone que el arte busca de alguna manera la belleza?

Sí, es feo. Es que aunque yo quisiera ser decorativo no me sale, no me sale, no me sale... Entonces decidí mejor ser yo... y al que no le guste que se vaya.

"El monaguillo", óleo sobre tela, es una de sus primeras obras reconocidas, ¿qué queda hoy del joven artista?

Bueno... esa es una gran pregunta. Hay tantas cosas y al mismo tiempo tan pocas. Cuando yo acabé de estudiar pasé 6 años con una libertad maravillosa. Yo le deseo a cualquier joven artista de aquí que marche fuera, pero debe tener mucho en la cabeza, si no lo van a echar a perder. De aquel joven pintor no queda nada porque la vida fuera de aquí me cambió, pero al mismo tiempo y de una forma extraña todavía queda mucho. Las ganas de entender el mundo, por ejemplo.

¿Cómo afecta la madurez a la creatividad?

Yo creo que cuando muera, en la caja, si uno sigue viviendo... estaré pensando en cosas que no son ni para comer ni para joder, ni nada de esas cosas. Son cosas del espíritu, de la ganas de crear, de pintar... Hace un tiempo atrás, yo era muy creyente, vivía muy bien, muy feliz, porque esa felicidad de conversar, de sentirse acompañado de ángeles no la da nada más... Me daba una seguridad extraordinaria.

¿De conversar con...?


...con ángeles. De pensar en cosas compuestas de los maestros, de los espiritistas como yo les llamo. Santa Teresa y comparsa, y hacer una compañía espiritual de esas gentes individuales. Me daba tranquilidad y alegría de vivir. Ahora dudo; no de que existe Dios, pero estoy intranquilo. Dudo.

¿Le da miedo la muerte? Porque ya la ha mencionado dos veces...

¡Nooo! Yo siempre he visto la muerte. Recuerdo que viviendo en Neyba ya yo estaba en eso, haciendo sepulturas, muñecas de trapos vestidas de negro... Con mis dos hermanas hacíamos un entierro, un cementerio... Y en Cotuí, donde también vivimos, todas las semanas moría alguien de tuberculosis, de un machetazo, muertes terribles... Las campanas de la Iglesia tocaban fuertemente llamando y avisando a todo el mundo. La muerte no nos era ajena, convivíamos con ella. Y yo decía: "¿y cuándo se va a ir mamá?" Y cuando esto lo pregunta un niño de 5 años...

¿Existe el arte dominicano?

Creemos que sí... para modestamente, para mi no existe. Existen artistas, obras individuales. Nosotros tenemos una vida influenciada siempre por Nueva York y tendemos a creer que somos una identidad frente a lo extranjero, pero yo no lo veo así. 

 "Como latinoamericano también cargo conmigo el arte occidental. Al fin y al cabo también soy inmigrante por parte de msi tatarabuelos. Lo demás es todo artificial, es arte político". (Entrevista con el Dr. Elmar Zorn, para el libro "José Rincón-Mora", de Jeannette Miller y E.Zorn.

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