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Niños inimputables

Tienen menos de 13 años, pero ya se han visto involucrados en hechos que, de haber sido mayores, los tendrían recluidos. Han matado, robado,  agredido. La ley los exime de responsabilidad por sus faltas, pero la duda permanece: ¿Con qué historias cargan estos niños? ¿Qué pasará con ellos en el futuro? ¿Qué secuelas arrastrarán para el resto de sus vidas? 

 *El nombre del niño ha sido cambiado para proteger su identidad.

Puede que haya tenido ocho años. Tal vez nueve, tal vez diez. Artemisa Lugo Ramírez, encargada de psicología de uno de los hogares de paso del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), no recuerda con exactitud la edad del menor.

—Era un niño normal -asegura cuando rememora al muchacho que pasó por el centro en una fecha indecisa entre los años 2005 y 2007.

El niño normal pelaba una china cuando se le acercó un amiguito de su edad.

—Dame, dame, dame... -empezó la cantinela.

El niño normal se enojó. Le dijo que no, el otro insistió. El niño normal estalló: el cuchillo que utilizaba para pelar la fruta se clavó en el amiguito. El amiguito se desangró y falleció.

El niño normal tuvo que ser tratado en CONANI para evitar que sus circunstancias se transformaran en un trauma que lo persiguiera de por vida. A su corta edad, la ley no lo responsabilizó del accidente. Fue consecuencia del "mal manejo de la ira y el enojo del momento", asegura Lugo.

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Joselo tiene 13 años y va a cumplir dos meses en el Centro de Atención Integral para Adolescentes en Conflicto con La Ley Penal de Manoguayabo. Está recluido por su participación en un robo, uno que niega, primero, y admite, después, sin darse cuenta.

No es la primera vez que este moreno -un metro diez, contextura fuerte, pocas palabras- se ve involucrado en un conflicto con la ley. Hace un año exacto acuchilló a un niño de su misma edad en la avenida Charles Summer, esquina Winston Churchill, en la capital.

¿El motivo? La subsistencia. Obligados a ganarse la vida, ambos niños trabajaban limpiando los cristales de los vehículos que transitaban por la avenida. La prensa recogió el hecho y lo resumió como una riña por dinero. Nunca cuestionó el trabajo infantil en horario escolar, ni la responsabilidad de los padres, ni la del Estado.

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La legislación dominicana es clara: no importa la gravedad de la falta cometida, la infancia debe ser protegida y no sancionada. La Ley 136-03, o Código del Menor, establece en su artículo 223 que "los niños y niñas menores de trece años, en ningún caso, son responsables penalmente, por tanto no pueden ser detenidos, ni privados de su libertad, ni sancionados por autoridad alguna".

Para los adolescentes, cuya definición abarca entre los 13 y 18 años, la ley sí establece sanciones penales. "La ciudadanía común y corriente entiende que la Ley 136 es muy benigna y deja a todo el mundo libre, cosa que no es así. Porque al adolescente se le puede imputar un delito o crimen y puede ser juzgado frente al tribunal especializado", aclara Marisol Tobal, Procuradora de Niños, Niñas y Adolescentes.

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Cuántos y quiénes son, qué faltas cometen y qué evolución ha tenido la realidad de los niños inimputables en conflicto con la ley son preguntas sin respuestas. No hay estadísticas que permitan un análisis certero ni el desarrollo de una política pública adecuada. Los menores pueden o no llegar a CONANI, dependiendo de si requieren asistencia pública o si los padres llegaron a un acuerdo civil con la otra parte involucrada.

Dentro de los 17 motivos de ingreso por las que se lista a los niños que llegan a CONANI, no existe el ítem "falta a la ley". Se asume que los menores que han tenido este tipo de conflicto estarían bajo la amplia categoría de "protección": "Puede venir un niño que mató a otro o le produjo heridas graves, que está en riesgo porque la familia de la víctima puede tomar represalias. En ese caso, es la Fiscalía que decide enviarlo o no a CONANI. También puede llegar para recibir terapia psicológica, aunque muchas personas acceden a psicólogos privados entonces no llegan al Estado", explica Aly Peña, encargada del Departamento Legal de CONANI.

El perfil de estos niños queda entonces sujeto a la percepción de quienes trabajan con ellos:

—Hay más varones [que cometen faltas], porque la gente los descuida más. Los aísla con mayor frecuencia y son más dados a irse a la calle. Cualquier persona toma a una niña para ayudarla, no así a un niño -explica Artemisa Lugo.

—Es muy raro que un niño con padre o madre venga por alguna infracción grave, a menos que sea una agresión del tipo "que me dio, que me pegó con un lapicero" -destaca Marilyn Castillo, procuradora fiscal de Niños, Niñas y Adolescentes del Distrito Nacional-. Los niños de la calle sí vienen por robo y faltas graves.

—La mayoría de los niños en conflicto con la ley no están insertos en el sistema educativo. Ahí hay una relación directa -agrega Aly Peña. 

La imagen de Joselo aparece calcada para cada una de estas descripciones.

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Joselo no sabe cuántos años de su vida ha pasado en la calle. Recuerda que partió mendigando: "A veces me daban mil pesos". Más de los 300 o 500 que empezó a ganar después como limpiacristales, un oficio que él prefería a pesar de la diferencia monetaria: "no me gusta pedir, me da vergüenza".

Joselo tiene marcas de varicela por todo el cuerpo, y una cicatriz hundida en el lado derecho de su cráneo. "Me partieron con una piedra", explica sin emoción. Fue en uno de los enfrentamientos territoriales con otros niños limpiacristales: "querían quitar a uno de la pista".

Joselo pasó un tiempo en CONANI después que mató al otro chico. Tenía 12 años en ese entonces. En la institución hicieron su trabajo, pero la realidad fue más fuerte y al poco tiempo el niño había vuelto a la calle. ¿Qué más iba a hacer? Su madre había muerto hacía un año, no conocía a su padre, el padrastro se había ido cuando la mujer falleció, y ahora Joselo vivía con sus hermanos en la casa de la abuela.

¿Estudiar? ¿Y dónde? "No iba a la escuela porque no tengo acta de nacimiento", dice con obviedad.

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—Los niños están totalmente conscientes de las cosas que ocurren -explica Artemisa Lugo acerca de los menores que, por su corta edad, no pueden ser considerados responsables de sus actos-. Pasan por un duelo, como si fuera la pérdida de un ser querido: la negación, el arrepentimiento, la realidad de lo que pasó: "Yo no lo quise hacer", "No fui yo, fue él". Después de eso viene la aceptación: "Sí, pasó. Estoy arrepentido, no fue mi intención, fue un momento".

Las faltas cometidas son un tema importante, pero no el único. La magnitud de los hechos puede tener consecuencias graves para el niño implicado, que van más allá de cualquier conflicto legal:

—Mientras más temprano ocurre un hecho traumático en la vida de un niño, más probabilidades hay que como adulto, si no se trabaja de manera afectiva, ese trauma permanezca y traiga secuelas a todo lo largo de la vida. Se puede manifestar en cuanto a sus relaciones con los demás y a su desarrollo como ser humano de manera integral. También tiene más probabilidades de convertirse en victimario. Por eso trabajamos en quitarle la culpa, esos sentimientos e ideas negativas, de lo que sucedió: "Tú no eres un tal por cual", "Tú eres un hijo de Dios", "Tú eres un niño", "Eso ya pasó, le pasa a cualquiera".

A Joselo nadie lo ha ido a ver. Su hermano, dice, ni siquiera sabe que está donde está. Niega el incidente con el otro chico de la calle, y repite, como el niño que es: "Yo me quiero ir pa' mi casa".

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Menores en conflicto con la ley IV: La niña que ríe