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Ensayo de paz en El Salvador (I)

El número de asesinatos ha descendido en los últimos meses producto de un acuerdo entre las pandillas. ¿Será el fin de la violencia que ha desangrado a ese país en los últimos 15 años?




I parte

 La imagen de una adolescente, de ojos claros y labios gruesos sonrientes en las páginas de los diarios salvadoreños, no parece convenir a los aires de paz que respiran las autoridades salvadoreñas desde mediados de marzo, cuando el país fue enterado de que las pandillas más crueles, la Mara Salvatrucha (MS-13) y la 18, que llevan 15 años dándose plomo en las calles de ese país, acordaron dejar de matarse. Hasta hace poco, cada 24 horas las autoridades recogían 14 cadáveres.


Los medios locales reportaron que Alison Renderos, de 15 años, desapareció a comienzos de mayo, después de una competencia de lucha, deporte que practicaba y por el que había ganado medallas de plata y bronce en los juegos escolares centroamericanos de Codicader.

 

 

Como una ironía macabra, su cadáver fue hallado desmembrado y enterrado a los 21 días, por las autoridades policiales de San Vicente, un departamento en el centro del país. Su asesinato ha sido relacionado con las pandillas, en particular con la Mara 18, que igual que su competencia tiene presencia en más de la mitad de los municipios, pero también en países vecinos como Honduras y Guatemala. Del asesinato de Alison se sabe poco fuera de El Salvador, más allá de sus 21,041 kilómetros cuadrados -poco menos de la sexta parte del tamaño de Nicaragua- de extensión territorial, lo que llama la atención en el vecindario es el tema de la tregua. Sobre todo en vecinos inmediatos como Guatemala y Honduras, que padecen el mismo flagelo de las maras. Pompilio Bonilla, ministro de Seguridad de Honduras, país considerado el más violento del mundo, sigue el proceso con atención.

Por el tema de la tregua, llegará a fines de este mes el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, quien validará este proceso que comenzó a cocerse tras bambalinas, a puertas cerradas, y que para algunos es una "negociación" entre el Gobierno y las maras, pero otros como el excomandante del FMLN, Raúl Mijango, cree que desembocará "en una paz definitiva" para esa nación.

 

 Mijango, un hombre sesentón y fumador, que se define como literato y representante de la sociedad civil desde que renunció al FMLN en el 2000, es para algunos el cerebro de la tregua entre pandillas, pero es para otros un simple delegado del Gobierno para facilitar este "cese al fuego". Este hombre que prefiere los encuentros con periodistas en sitios públicos, y que esta vez escoge la cafetería de un centro comercial pasado de moda, que está el este de la ciudad, dice que para sentarse con los principales jefes de pandillas y convencerlos de buscar una tregua había que reconocer primero que en los últimos 15 años el país ha vivido una guerra que "nos había convertido en uno de los más violentos del mundo".

 

 

CIFRA DE MUERTOS SE HA REDUCIDO

"Ese nivel de fallecidos (los 14 muertos por día) solo es comparable con el conflicto armado de los años ochenta, cuando el número era de 17 muertos", dice.

El exguerrillero, que usa una guayabera, por momentos habla de la violencia como de un asunto que ha empezado a ser cosa del pasado. Quizá apoya su optimismo en una cifra que cada día repiten con más fuerza, como en un coro de Iglesia durante la misa, distintos funcionarios del Gobierno, entre ellos el propio presidente Mauricio Funes: "Cinco".

“No es cierto que estamos negociando con las pandillas, lo que es cierto es que estamos generando los espacios para que la Iglesia católica y la sociedad civil logren un acuerdo entre pandillas”. David Munguía Payés,  ministro de Seguridad Pública y Justicia de El Salvador. 

 

 

La semana pasada, durante el programa televisivoEntrevista con Ernesto López , que se transmite por las mañanas, el mandatario volvió a repetir el número, no obstante reconoció que había diferencias con la cifra de muertos diarios que arroja el Instituto de Medicina Legal, que estima en siete el número de asesinatos, desde que empezó la tregua entre pandillas.

 

“Pero ya no son los 14 de antes. La tendencia al aumento de los homicidios se ha quebrado. Como dice el ministro de Seguridad, las pandillas no han dejado de operar”, insiste Funes en el tono persuasivo de un profeta a su entrevistador.

 

En el centro de San Salvador gran parte del comercio es informal. Allí nadie parece estar pendiente de corroborar la tregua con cifras como lo hacen los funcionarios desde los ministerios. En la zona de La Dalia están los lustradores conversando mientras esperan clientes, o leyendo noticias de diarios amarillos. En los alrededores circulan carretones ofreciendo fruta importada desde Guatemala. A pocos metros de allí está el café Bella Nápoles, un antiguo local que fue hervidero de artistas y de intelectuales de izquierda hasta los ochenta, pero que el comercio informal que se instaló más tarde en las aceras, ya en los noventa, redujo la visibilidad de sus ventanales. Más arriba, está la Catedral, en cuyo sótano se guardan los restos de monseñor Arnulfo Romero, el mártir religioso asesinado hace 32 años. Por las mañanas, en días de semana, suelen pasar alrededor del mausoleo grupos de estudiantes y turistas que se acongojan por el silencio y la soledad del recinto.

 

EXTORSIONES CONTINÚAN

 

En esas calles, aunque no quedan ya pintas ni de la MS-13 ni de la 18, allí cada cual sabe a quién le paga renta. Los vendedores saben a partir de cuál esquina empieza el territorio de la clica, uno de cuyos miembros llegará en el transcurso del día a reclamar el dinero, según explica un taxista que conoce bien la zona.

 

Las autoridades reconocen que a pesar de la tregua, el negocio de las extorsiones, la mayor fuente de ingreso de las maras, no hace parte de la tregua, como tampoco los secuestros, el tráfico de personas o de drogas.

“Ellos están en guerra con medio mundo y con la sociedad misma, porque a la sociedad la agreden principalmente con el tema de extorsiones”. Raúl Mijango, facilitador del acuerdo entre las pandillas.l

 

 

El ministro de Seguridad Pública, David Munguía Payés, dice que “el compromiso era bajar el número de homicidios”, aunque reconoce que “se han disminuido otras expresiones como las extorsiones”. Hay quienes dicen que las maras mueven alrededor de 120 millones de dólares anuales “renteando”, como le llaman en el argot marero al delito de extorsionar, pero Munguía Payés, estima que se han reducido en un diez por ciento las “rentas” y que no llegan a 40 millones de dólares, sin embargo, es mucho más del presupuesto que aportan cada año las Fuerzas Armadas a la Policía en acciones conjuntas.

 

Munguía Payés, un ministro que se hace esperar en su despacho y que tiene fama de vestir bien, es un abanderado más de la reducción de los asesinatos desde que los 30 jefes de las dos pandillas se pusieron de acuerdo, a cambio de muy poco, de algunos gestos “de buena voluntad” como la mejoría de las condiciones carcelarias para los familiares que los visitan. “Ya estamos pagando y en las peores condiciones, olemos a excremento las 24 horas del día, dormimos apiñados, somos sujetos de ultraje, se nos da trato de animales”, reza un comunicado que publicaron a fines de marzo los líderes pandilleros que han convocado a un par de ruedas de prensa.

 

A lo mejor en esa reacción incide lo que dice Mijango, que ellos saben que son parte del problema, y ahora han querido ser parte de la solución. “Es una oportunidad que llevaba al menos cinco años, esperando”, dice el exguerrillero.

 

 Ducumental "La vida loca" (2008) de Christian Poveda

 

Continua mañana