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El arte del cosplay dominicano

En el mundo de los otakus –fanáticos de la cultura japonesa- existe un grupo que lleva su pasión a otro nivel: el de la interpretación. Son los cosplayers, o personas que se dedican a representar a sus personajes preferidos con un oficio que requiere de habilidades técnicas, creativas y destreza teatral. En el país, esta práctica tiene cerca de 1,500 seguidores. Aquí, quiénes son.

—Estoy vestida de Seth Nightroad de Trinity Blood. Esta es la versión del manga, porque el anime tiene otra. Hay varias versiones -dice Amparo Álvarez (16 años), mientras modela un aparatoso traje verde con dorado, con altas botas blancas que le llegan sobre la rodilla. Hace un calor infernal y no corre una gota de viento, pero ella no se da por enterada. Está inmersa en su papel como emperatriz del Imperio De La Verdadera Raza.

El trabajo para lograr el atuendo perfecto no ha sido fácil. Porque esto no es una fiesta de disfraces: es un cosplay. Este término hace referencia a la representación de personajes de ficción –generalmente de la cultura japonesa-, en su mayoría provenientes del anime, manga y videojuegos. Algunos textos especializados lo han ligado a las performances, en vista de que el vestuario suele ir acompañado de una interpretación del héroe en cuestión. Esto implica conocer a fondo el personaje –su historia, su contexto-, vivirlo y vestirlo para que cobre vida fuera del mundo virtual. Todo, por amor al arte.

—Yo quería sentirme como el personaje, no solamente verlo –precisa Amparo, quien hace dos años estudia japonés, fascinada por la cultura nipona-. Mirarme en el espejo y decir “¡Oh, yo soy el personaje también!”.
 
 
 
Una práctica solidaria
En un mercado pequeño, donde no existen tiendas especializadas que faciliten las interpretaciones, los cosplayers dominicanos deben hacer gala de una buena dosis de creatividad, capacidad de ahorro, trabajo en equipo y reciclaje. Algunos mandan a hacer sus tenidas, pero muchos se las arreglan por otra vía. “Mi hermano es diseñador, él me hizo el cosplay. Las botas eran blancas y yo les agregué estos colores dorados”, cuenta Amparo. El costo total del traje y los accesorios sumó la no despreciable suma de 20 mil pesos. 

¿Y qué hacen con los trajes una vez que han cumplido su función? “Los guardamos. Muchas veces uno los vende, pero también sirven para trajes futuros”, cuenta Nicole Alú (24 años), una de las cosplayers más reconocidas del medio local. 

—Tengo un grupo de amigas que en los últimos dos años hemos estado cogiendo los proyectos en conjunto –explica-. Nos juntamos, cada quien coge su personaje, empezamos a trabajar, investigar, y si tenemos que amanecer juntas lo hacemos.

Los equipos se organizan y dividen el trabajo: algunos aportan con el lado de la costura, otros con el área de la armería. “Yo soy arquitecta. Por eso he podido aplicar conocimientos y soy más de la parte de los accesorios”, detalla Nicole. 

La ayuda de los conocidos también es vital. En Facebook, los diversos grupos dedicados al cosplay en República Dominicana cuentan con un número de seguidores que va entre los 1,200 y 1,800 miembros. Son comunidades de apoyo, ideal para quien necesite una peluca, una idea, un tutorial o cualquier dato útil para continuar un trabajo de largo aliento:

—Hay trajes que a uno le toman hasta un año. Este que llevo hoy, fueron unos seis meses desde la planificación –cuenta Nicole. Viste de Conde D, el protagonista del manga japonés de horror Pet Shop of Horrors. 

La rigurosidad salta a la vista: telas pesadas, costosas, encargadas por Internet, uñas largas de tinte morado, y dos ojos que sobresalen en una tenida de por sí llamativa: “Los encargué en una página que tiene muchísima variedad y se especializa en lentes de contacto para cosplay”, explica ella sobre su ojo derecho de tonos amarillos y el izquierdo, violeta. 

—Muchas veces como otaku te sientes identificada con un personaje, y tener la posibilidad de representarlo como que lo hace más emocionante –resume ella con una sonrisa. 

De la isla y el mundo
A nivel internacional existen eventos masivos para cosplayers. En suelo dominicano las posibilidades son menores, pero van en aumento. “La parte que más se destaca en el mundo otaku es realmente el cosplay”, explica Juan Neder, uno de los organizadores de Feria Mundo Anime. “Muchos de los otakus que se están uniendo en los últimos tiempos vienen a raíz de ver a estos muchachos vestidos”. 

El cosplay tiene inspiraciones diversas: puede ser un anime, un manga, una película, un videojuego, o un superhéroe occidental. En Estados Unidos, estos últimos tienen mayor cabida que en Japón. En República Dominicana, dice Neder, la mayor fuente de ideas viene de la mano de las consolas: “Yo diría que un 70% de los personajes de la Feria era de videojuegos”. 

La comunidad va creciendo. La conectividad ha permitido que los cosplayers busquen ideas en países lejanos o intérpretes destacados: “Yo creo que cada quien tiene su ídolo. A mí me gusta una cosplay muy conocida estadounidense, Yaya Han. Ella es de origen asiático y es excelente”, cuenta Alú. E ilustra las posibilidades de la web:

—Hay muchos concursos en línea, ahora que el Facebook es tan famoso. Yo participé en uno para salir en una revista internacional, pero no tuve suficientes votos. En otros países hay muchos concursos que te mandan a Estados Unidos, incluso a Japón. 
 
 

Familias unidas
¿Qué dicen los padres, hermanos o amigos de un cosplayer? La pregunta no es menor, especialmente dado el costo inherente para esta actividad. Si el fuerte de los intérpretes tiene entre 18 y 24 años, muchos dependen todavía de la casa materna para vivir. 

—Mis padres y amigos me apoyan. A mis amigos les encanta la cultura, y mis padres me ayudan a hacer partes del traje –cuenta Amparo.

Otros, profesionales, se costean el vestuario a través de sus salarios. Es el caso de Javier Burgos (28 años), ingeniero informático:

—Yo soy nuevo en esto, voy de Naruto. Soy de una familia de cinco hermanos, y soy el único otaku, porque como informático uno ve muchas cosas nuevas siempre. En mi casa no me dicen nada, mientras uno trabaje bien, sea bueno, uno se respete a sí mismo y a los demás. 

—Mi madre simplemente dice: “Ahora ella se cree una muñeca” –cuenta entre risas Kariolis Guzmán (20 años), enfundada en su traje de lolita. 

Al final del día, las familias lo aceptan: sería difícil rechazar una manifestación artística como esta, donde la sociabilidad y la solidaridad son vitales. 
 
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