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El manga dominicano, una fusión cultural

En el esforzado mundo de los productores de historietas nacionales, unos pocos están desarrollando un tipo de cómic cuyos orígenes se remontan a Japón: el manga. Son creadores locales que han adoptado la estética de los ojos grandes, las narices estilizadas y las muecas exageradas a sus historias, pero con un giro: la incorporación de elementos dominicanos. 

Tiene una nariz puntiaguda, una sonrisa amplia digna de cualquier comercial de pasta dentífrica, y dos ojos tan grandes que en la vida real pasaría por extraterrestre. Es Paul Paz, el protagonista de la serie de manga dominicano Canquiña. A primera vista, el chico parece un personaje de historieta nipona, pero una serie de elementos lo delata: sus rizos amplios, su vestimenta de pelotero y, principalmente, el bate enorme que lleva en la mano.

Paul Paz es dominicano, habla como dominicano, ha nacido de la creatividad dominicana, pero una parte importante de su estética viene del Japón. El presidente de Moro Studio, el grupo creador de Canquiña, lo resume así: “Siempre buscamos salpicar la cultura criolla en nuestro trabajo”.