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El camino de un ultramaratón

Son carreras largas, tan largas, que pueden durar 24 horas y significar más de 200 kilómetros de recorrido. Por definición, superan la distancia olímpica de los 42k: son los ultramaratones, esos desafíos que en los últimos años han sumado miles de adeptos en el mundo. El pasado 17 de noviembre, cuatro dominicanos fueron parte de esta tendencia. Corrieron el famoso 80k del JFK en Maryland, y vivieron para contarla.
 
No podía ser de otra manera: fijaron la reunión en el parque Mirador. Cuando Karim Mella (45 años), Thais Herrera (36 años) y José Luis Munné (44 años) decidieron juntarse para hablar de los proyectos deportivos que realizarían durante el 2012, se citaron para una carrera de 10k. Otro de los invitados, Rafael Cueto (47 años), confió en la decisión de sus amigos y se largó a correr a su ritmo habitual: inalcanzable. 

Del intercambio de ideas, la experiencia de Karim Mella caló hondo. El deportista, que cuenta dentro de sus hazañas ser el primer dominicano en conquistar el Everest, había corrido los 80k del ultramaratón JFK en Maryland, hacía diez años, y quería repetir la prueba. Thais y José Luis se entusiasmaron. Sería una nueva manera de reunir fondos para Kilómetros por la Educación, el proyecto que realiza programas a favor de la niñez dominicana. 

La decisión era el primero de los pasos, pero tocaba lo difícil: prepararse. Karim Mella tenía en el cuerpo cuatro ultramaratones previos. Ninguno de los otros tenía experiencia en esas lides, aunque sí habían completado maratones o triatlones. Estudiaron. Revisaron planes de preparación. “La primera vez que vi el entrenamiento, dije ‘no, esto es para locos”, recuerda Thais. “Una semana tenía cuatro horas un día, cinco horas al siguiente, y la otra semana era lo mismo. Y correr seis días a la semana. Dije ‘cómo voy a hacer eso, me voy a morir”. 

Adaptaron los entrenamientos al clima, sus horarios y necesidades, y se largaron. Nunca corrieron por más de cuatro horas seguidas, como lo exigían los planes de preparación. Con el calor de República Dominicana, podía ser contraproducente. 

Mella –que vive en Estados Unidos- optó por el entrenamiento cruzado: andar en bicicleta, nadar y correr. Dos semanas antes del JFK, hizo un Ironman. Para él, tenía un significado especial: “El año pasado, en octubre, me operaron de cáncer. Y un año y tres días después completé el Ironman. Un año y dos semanas después completé los 80k. Eso es muy personal, me enseña que la vida sigue. Uno de mis grandes miedos era que no pudiera ser como antes, y al menos en el aspecto deportivo soy igual”. 

Munné aprovechó un viaje y realizó los 50k de Chattanooga, Tennessee. Tardó siete horas y veinte minutos. “Fue lo más que hice en kilómetros antes del JFK”. 

Cueto, por su parte, confió en su estado físico labrado a punta de 15 años corriendo maratones. Veloz, tiene un largo listado de premios internacionales en los 42k, pero ahora tendría que duplicar la distancia. “Siempre se ha dicho que el problema de los maratonistas para correr ultramaratones es adaptar el paso a uno más lento”. Dos meses antes del día-D, completó el maratón de Montreal. “Tomé un descanso después de eso y dije ‘voy a entrenar unas tres o cuatro semanas’ [para el ultra]”. 
 
 

El día bajo cero
Cuando dieron la largada, el termostato marcaba -1°C. “¡Friísimo! Antes de partir, el auto estaba congelado”, recuerda Thais. El recorrido que los esperaba era variado. Después de unos 5k en subida, venían unos 21k por un sendero de trillo en los Apalaches. El resto oscilaba entre tierra y asfalto, en terreno plano.

“El trillo es bien entretenido”, recuerda Munné. Para él, fue la mejor parte del desafío: “Hay que estar bien concentrado en el terreno porque en cualquier minuto te caes. De hecho me fui de boca una vez, estuve a punto de caer como 50 veces”. 

A Cueto, acostumbrado a ser una máquina en el asfalto, se le hizo difícil: “Desde el punto de vista del ánimo, es una ruta muy bonita. Ves paisajes increíbles desde las lomas, pero es muy incómodo para correr, especialmente para quien no está acostumbrado: das pasos más cortos, más largos, hacia arriba, hacia abajo, usas otros músculos, no llevas un ritmo constante”. 

El trayecto por la montaña obligaba a andar en fila india. “Entonces corres 21k con un grupo de extraños adelante y atrás de ti, y hablas con ellos como si los conocieras”, destaca Mella. “¡Nunca en un maratón había conversado con nadie!”, coincide Cueto, quien agradece especialmente el consejo de un ultramaratonista: “Él hacía carreras de 24 horas. Cuando el trillo se puso difícil, me dijo ‘te recomiendo que guardes energías, porque eres buen corredor y en los planos después me vas a alcanzar, pero guarda energías”. Eso fue vital, asegura el dominicano.

A pesar de las distintas preferencias acerca del recorrido, todos coinciden en señalar el evento como una experiencia más amigable que un maratón tradicional. “Es otra vivencia, otra prueba, otra mentalidad”, señala Cueto. “Es más relajado, porque el agotamiento no llega al límite de no querer seguir. No sientes que el cansancio te va a detener, porque no corres a un ritmo tan alto”. 

La comunidad está involucrada. Al ser un evento de tantos años, los locales colaboran con las mesas, llevan comida e hidratación donde los participantes, a diferencia de los maratones, se detienen a comer o pasar al baño. “Era bien chévere ver a los familiares y amigos esperando en los puntos de agua, y todo tipo de cartelón que había. Unos decían ‘Papá, tú eres mi héroe’, o ‘Papi, dice mami que descanses para esta noche’ y cosas así”, se ríe Mella. 

“Había un señor que llevaba participando 43 años de los 50 que tiene la carrera. Otro iba contando que estaba corriendo su maratón número 400, y su problema era que estaba peleando porque un amigo llevaba como 70 más que él”, comenta Thais. “Ves personas de 70 años corriendo, y dices ‘guau, esta persona está haciendo esto, y yo quejándome por cualquier cosita”, agrega Mella. 

Compartir con otros, entre ellos, tener a familiares que viajaron a darles ánimo, todo se resume en la buena evaluación de la experiencia. Hubo lesiones, rodillas que cedieron y tobillos que no aguantaron, momentos en que el dolor obligó a caminar, pero se apoyaron y salieron adelante. 

Cueto, el más veloz, llegó a la meta a las 7 horas y 40 minutos. Munné llegó de segundo, con 10 horas 40. Thais y Karim llegaron juntos, bandera dominicana en alza, pasadas las 11 horas. 

¿Y lo volverían a hacer?

La respuesta es unánime: ¡Claro que sí! “Estoy buscando uno de 100k para el año que viene”, dice Munné, y resume así el sentir del grupo.  
 
 

Los ultra

A nivel mundial existe una variada gama de ultramaratones. Hay en todas las locaciones -desiertos, montañas, carreteras-, y con distintas exigencias. Algunos se realizan en varios días consecutivos, mientras que otros deben cubrir la distancia en una sola jornada. Están los eventos que apuntan a completar un kilometraje dado, mientras que otros buscan realizar el mayor recorrido posible en un tiempo predefinido -24 horas, 48 horas, o ¡seis días!-.

En general, los ultra más estandarizados son los de 50k, 50 millas (80k), 100k, 150k, 100 millas, 24 horas, 48 horas, 200 millas, 1000k y 1000 millas. Los eventos se realizan en todo el mundo (para encontrar alguno, pinche acá), y el aumento de la participación ha significado una mayor organización y la entrega de premios monetarios que antes no existían. Solo en el JFK participaron este año mil corredores.