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Brasileños en teoría prósperos... también protestan

IRAJA.--En apariencia, los Calcavante lo tienen todo: una familia de clase media de Río de Janeiro, con auto y una casa de cuatro dormitorios y cuatro baños.

Pero como millones de brasileños que se han volcado a las calles en las últimas semanas para protestar los malos servicios públicos y la corrupción, dicen que les cuesta mucho salir adelante.

Hay meses en los que los ingresos de la familia, que no son nada malos, no alcanzan para cubrir los gastos básicos, que incluyen no solo los crecientes precios de los alimentos, el transporte y la electricidad, sino también escuelas gastos médicos privados carísimos que surgen como una alternativa a las pésimas escuelas y servicios médicos públicos.

"Estamos entre los afortunados y sin embargo sufrimos", expresó Paulo Calcavante, empleado municipal de 49 años. "Hemos sido abandonados completamente por el gobierno".

La familia vive lejos de la zona de playas, en el distante barrio de Iraja, cuyas aceras desparejas están llenas de montañas de basura y se escuchan tantos tiros en las vecinas favelas que los niños pueden identificar el tipo de arma.

Paulo y Adela, con quien está casado desde hace 16 años, su hija María, de 15 años, y su hijo Antonio, de 10, viven casi encerrados en una bonita pero sencilla casa de 340 metros cuadrados (3.700 pies cuadrados). El temor a las balas perdidas es tal que a los chicos no se les permite pasear en bicicleta por el barrio y, dado que hay poca presencia policial, la familia trata de no salir de noche.

No se puede beber el agua corriente, se movilizan en transportes públicos atestados y les recuerdan constantemente a los hijos cómo actuar si se ven envueltos en un robo o en un secuestro en el automóvil. "No me caben dudas de que en cualquier momento seremos víctimas de un acto de violencia", dijo Paulo.

Las protestas comenzaron hace varias semanas tras un aumento del equivalente a diez centavos de dólar en las tarifas del transporte público en Sao Paulo, la capital económica del país, y fueron creciendo hasta convertirse en un movimiento nacional masivo como no se veía desde las manifestaciones que desembocaron en el juicio político del presidente Fernando Collor en 1992. Los manifestantes siguen volcándose a las calles para hacer una cantidad de reclamos, pero la queja básica es que se pagan impuestos demasiado altos para recibir servicios muy pobres.

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