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Impacto ambiental de la Feria del Libro

Las palmeras han sido las más afectadas, principalmente las variedades cana y real

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Impacto ambiental de la Feria del Libro
Muchos de los árboles de la Plaza de la Cultura han sido mutilados para instalar las casetas de las librerías. DL/Danelys Sena

SANTO DOMINGO. Recientemente fue inaugurada la Feria Internacional del Libro, una verdadera fiesta del espíritu en la que miles de jóvenes dominicanos de todas las clases sociales disfrutan de los libros en un ambiente acogedor y divertido.

"De los diversos instrumentos inventados por el hombre, -dice Borges- sin ninguna duda, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo. El teléfono, por ejemplo, es la extensión de su voz; el telescopio y el microscopio son extensiones de su vista; la espada y el arado son extensiones de su brazo. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y de la memoria".

Con la nueva tecnología de páginas, nubes y libros electrónicos, esta extensión se hace infinita, tanto en el espacio como en el tiempo, lo que convierte al libro en algo indestructible, a prueba de incendios y polillas. Por ello me parece estimulante la idea de asociar los libros con ambientes creativos y acogedores como el de la Feria, que debe ser un éxito cultural que integre a los jóvenes al mundo ilimitado y mágico de la cultura universal.

En el pasado hemos visto, con profundo pesar, la mutilación perpetrada contra muchos de los árboles de la Plaza de la Cultura al instalar las casetas, ignorando que esas plantas son parte de un proyecto ecológico y cultural iniciado en los 80, que busca convertir ese espacio en una colección de plantas nativas y endémicas, que además de proveer alimento y refugio a la vida silvestre, tengan valor etnobotánico, ya sea por ser parte de la dieta o las tradiciones de los taínos, o por estar relacionadas con hechos históricos nacionales.

Las palmeras fueron las más afectadas, principalmente las palmas canas y las palmas reales, plantas endémicas de extraordinario valor ecológico, pues sus frutas y flores atraen mariposas y aves, y en ellas anida la Cigua Palmera, nuestra Ave Nacional. Ya expliqué en otra ocasión por qué las palmas no deben ser podadas y felicité al Ayuntamiento del Distrito Nacional por detener esa nociva práctica.

Se podan las palmas canas, supuestamente, para que se vean bonitas y evitar que las pencas lastimen a los visitantes. Lo primero es absurdo y lo segundo es falso, pues las pencas maduras tardan semanas en caer y la mayoría es cortada estando todavía verdes. A veces, incluso, podan palmas con nidos activos de ciguas palmeras.

Lo peor es que la Feria coincide con la primavera y con el Festival de las Aves Endémicas del Caribe. Sería terrible que cada año, en la época reproductiva y cuando los ecologistas pregonan la singularidad de nuestras aves, mutilemos los árboles donde anidan. La naturaleza nunca ha sido enemiga de la cultura sino, por el contrario, fuente y materia prima de toda expresión cultural. El actual ministro parece estar consciente de eso y recuerdo que propuso, al iniciar su gestión, que la feria fuera celebrada en otro sitio. Sin embargo, declaraciones suyas recientes me produjeron escalofríos.

El alto funcionario sugirió que como la Feria del Libro es un acontecimiento anual, para ahorrar tiempo y recursos se mantengan las instalaciones de las instituciones participantes de manera permanente. De cumplirse esta amenaza, la Plaza de la Cultura, un espacio concebido para el disfrute y la meditación, pasaría de arrabal temporal a jurunela permanente. Cuando construían la Plaza, los arquitectos de entonces protegieron los árboles para que los obreros no los dañaran. Es innegable que en lugar de avanzar, retrocedemos.

guerrero.simon@gmail.com

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