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Recesión mundialista

Algo insólito e inesperado se dice que ha sucedido en Brasil.

En los meses previos al comienzo del Mundial de Fútbol existían grandes expectativas, de triunfo por supuesto, pero también de índole económica. Vaticinios avanzados, difundidos y defendidos por el gobierno mencionaban incrementos del PIB del 2% y más, que ocurrirían como efecto de las grandes inversiones, la llegada de visitantes, el auge hotelero, el aumento de las ventas, el gasto en publicidad y demás secuelas del acontecimiento deportivo.

Al entusiasmo por las posibilidades de coronarse ganador de la copa, se unía un panorama prometedor dibujado desde la esfera del gobierno y sectores que como el turismo, el deporte, el transporte y la construcción estaban siendo beneficiados.

Ya desde entonces, sin embargo, números más fríos apuntaban a un crecimiento mucho menor, casi insignificante, cercano al 0.5%, y se señalaba con preocupación la gran carga fiscal que el incremento de los gastos públicos implicaba. Conscientes de las necesidades insatisfechas que estaban siendo postergadas, protestas ciudadanas se hicieron sentir en diversos puntos del país.

El Mundial siguió adelante, pero ahora el gobierno brasileño no sólo ha dejado de lado sus vaticinios optimistas, sino que confrontado con dos caídas trimestrales sucesivas en el PIB, hecho usualmente reconocido como una recesión, atribuye al Mundial ser una de las causas.

El ministro de Hacienda declaró que parte de la baja en el PIB se debe a los muchos días de fiesta concedidos por diferentes municipalidades para que la población pudiera seguir los juegos. Y combinó esa causa con otros factores, como la sequía que afecta varias zonas del país, debilidad en los mercados internacionales y el alto costo de la energía, ninguno de ellos responsabilidad del gobierno.

El ministro se abstuvo de incluir el estado de ánimo después del partido con Alemania como un factor contributivo.