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Diez problemas que amenazan al gobierno de Dilma Rousseff

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Diez problemas que amenazan al gobierno de Dilma Rousseff
Hay tantas cosas que marchan mal en Brasil que es difícil estar al tanto de todas ellas. He aquí 10 buenas razones para pensar que la presidenta Dilma Rousseff, que recién comenzó un segundo mandato de cuatro años el 1 de enero, podría durar muy poco tiempo en el poder.

1. Política

Para que un presidente brasileño sea sometido a juicio político, tiene que hacer algo atroz. Pero muchos lo hacen y sobreviven.

Lo que realmente cuenta es perder el apoyo en el Congreso. La mayoría congresional de Rousseff se redujo en la elección, conforme el número de partidos en el Congreso aumentó, dejando a su coalición más separada y difícil de controlar. Peor aún, una gran parte de su gobernante Partido de los Trabajadores se ha puesto en contra de ella. Algunos miembros la ven como una intrusa oportunista. Algunos a la derecha del partido la acusan de incompetencia. Otros a la izquierda están furiosos porque nombró al neoliberal Joaquim Levy como ministro de Hacienda el mes pasado.

2. Petrobras

Esta semana, Moody's Investors Service se convirtió en la primera de las tres grandes agencias mundiales de calificación crediticia en rebajar a Petrobras a la condición de "basura". Se espera que Fitch y Standard & Poor's sean los siguientes en hacerlo. El escándalo de corrupción de Petrobras es el mayor y más dañino en la historia de Brasil. Baste decir que ahora amenaza con salirse de control.

Rousseff le dijo a la prensa el miércoles que la rebaja mostró cierta falta de comprensión por parte de Moody's y que Petrobras podría recuperarse de sus reveses "sin grandes consecuencias". Otros consideran que una rebaja a Petrobras es equivalente a una rebaja de Brasil, con consecuencias perjudiciales similares.

Si el Congreso decidiera recurrir al juicio político, Petrobras proveería el pecado atroz: Rousseff era presidenta de la junta directiva cuando ocurrió la mayor parte de la supuesta corrupción.

3. Confianza del consumidor

Los consumidores están extremadamente hartos, como lo demuestra una encuesta mensual publicada el miércoles por el Instituto Brasileiro de Economia de la Fundação Getulio Vargas (FGV), una institución educativa. La FGV culpó a la inflación, las altas tasas de interés, el miedo al desempleo y el riesgo al racionamiento de agua y energía.

4. Inflación

Hace veinte años, la inflación en Brasil era de aproximadamente 3,000 por ciento anual. Algunos brasileños lo recuerdan y ahora temen que el gobierno haya abandonado su objetivo de lograr una inflación del 4.5 por ciento al año. El martes, la oficina nacional de estadísticas dijo que la inflación en el mes previo al 15 de febrero fue de 1.33 por ciento, y 7.36 por ciento durante los 12 meses previos - mucho más alta de lo esperado.

5. Desempleo

Hasta ahora muchos brasileños han estado dispuestos a perdonarle al gobierno la inflación y el crecimiento lento porque sentían que sus propios empleos estaban seguros. Pero como se espera que la economía se contraiga un 0.5 por ciento este año, los empleadores han comenzado a despedir trabajadores. Se estima que en enero se perdieron unos 26,000 puestos de trabajo netos, siendo por lo general un mes en el que se contrata personal, no se despide. Esto representa un gran desafío para la popularidad de Rousseff.

6. Confianza de los inversionistas

El diario económico Valor Econômico informó el viernes que el Tesoro había vendido 10 millones de cuentas de corta duración con vencimiento en octubre de este año, a un valor de R$9.3 mil millones (3.2 mil millones de dólares), con un rendimiento promedio anual de más del 13 por ciento. Ésta fue la mayor subasta única de dicha deuda a corto plazo, desde "al menos el año 2000" según Valor, que dijo que el gobierno se veía obligado a vender bonos de rendimiento cada vez más cortos ya que los inversionistas se preocupaban por su capacidad para cumplir sus metas presupuestarias.

7. Presupuesto

El año pasado, Brasil registró su primer déficit presupuestario primario en más de una década, llevando efectivamente al país de regreso a los días oscuros antes de que comenzara a implementar al menos una apariencia de disciplina fiscal. Los gobiernos siguientes se han esforzado por lograr superávits primarios (antes del pago de deuda) lo suficientemente grandes como para mantener la proporción entre la deuda y el PIB en una trayectoria descendente. Pero el gobierno de Rousseff pareció darse por vencido el año pasado, con un déficit primario equivalente al 0.63 por ciento del PIB y un déficit nominal, incluyendo reembolsos de deuda, equivalente a 6.7 por ciento del PIB.

8. Economía

Casi ni hay que decir que la economía está colapsando. Los inversionistas esperaban que el nombramiento del Sr. Levy, educado en Chicago, como ministro de Hacienda podría cambiar las cosas. Muchos aún tienen esa esperanza. Pero la tarea se ve cada vez más abrumadora. Peor aún, Levy parece una figura solitaria, el único hombre del gobierno que tapa con su dedo la grieta en el dique. Rousseff ni siquiera asistió al anuncio de su nombramiento.

9. Agua

La sensación de que se acerca el apocalipsis en Brasil está enfatizada por la escasez de agua que sufre el municipio de São Paulo. El sistema principal de embalses que abastece a la ciudad, la más grande del país, pasó varias semanas en apenas 6 por ciento de su capacidad antes de que las lluvias de los últimos días trajeran cierto alivio. Ahora se encuentra al 11 por ciento. Pero la compañía de agua, Sabesp, advirtió el miércoles que esa cantidad estaba lejos de ser suficiente. Las autoridades dicen que no se ha implementado ningún racionamiento; los ciudadanos dicen que sí. Pero la causa de la escasez de agua no es sólo las escasas precipitaciones. Se estima que un tercio del agua en el sistema de Sabesp se pierde por fugas.

10. Electricidad

La última vez que se destituyó un gobierno (en 2002, en las urnas, no mediante juicio político), la causa principal fue el racionamiento eléctrico provocado por una combinación de escasez de lluvias - la generación de energía en Brasil se nutre casi en su totalidad de represas hidroeléctricas - mala administración y falta de inversión. El gobierno de Rousseff puede o no evitar un destino similar.

El último presidente de Brasil que fue sometido a juicio político fue Fernando Collor de Mello en 1992. Llevaba una vida de "playboy" y se le sometió a juicio político (después de dimitir para evitar perder sus derechos políticos y ahora está de vuelta en el Senado) por ser sospechoso de operar un esquema de tráfico de influencias. Lo que hundió a Collor no fue su participación en actos de corrupción, sino la repulsión que sentía la gente por él y, sobre todo, la que sentía una mayoría en el Congreso. Rousseff debe tener mucho cuidado de no seguir el mismo camino.

(c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved