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La salida de Grecia dejará frágil al euro

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La salida de Grecia dejará frágil al euro
Una bandera griega y una de la Unión Europea ondean junto al Acrópolis de Atenas (Grecia), el martes 7 de julio de 2015. EFE/Orestis Panagiotou
La salida de Grecia garantizaría un enorme incumplimiento, y generaría una permanente inestabilidad en la eurozona

Entonces, ¿qué debiera hacer la eurozona ahora? La semana pasada llegué a la conclusión de que los griegos deberían haber votado por el "Sí". Decidieron, por el contrario, rechazar aplastantemente los términos de un acuerdo que ya había sido retirado. ¿Qué pudiera significar eso? ¿Y cómo debiera responder la eurozona?

Al parecer muchos de los votantes - quizá la mayoría - creen que su rechazo obligaría a un cambio de actitud en el resto de la eurozona. Sus socios reconocerían lo equivocado de su brutal proceder y les proporcionarían los recursos que necesitan para utilizar el euro libremente, a la vez liberándolos de la austeridad. Pero la mayoría de sus socios considerarían este resultado como una capitulación humillante. Por lo tanto, es mucho más probable que ocurra un enfrentamiento entre un gobierno griego envalentonado y sus acreedores enfurecidos.

Tal enfrentamiento llevaría a una "salida sigilosa". Los bancos no reabrirían sus puertas. El gobierno crearía entonces una especie de instrumento monetario supuestamente temporal. Luego, la gente se daría cuenta de que el acuerdo provisional se habría convertido en uno permanente. Por último, aunque después de muchas discusiones, Grecia tendría una nueva moneda, pero todavía estaría dentro de la Unión Europea.

Sólo uno (o más) de tres acontecimientos pudiera bloquear el camino hacia una salida.

En primer lugar, los griegos pudieran vivir con los bancos cerrados por tiempo indefinido. Esto no es imposible. Pero es poco probable.

En segundo lugar, el Banco Central Europeo (BCE) pudiera ampliar sus préstamos de emergencia al sistema bancario griego. Si el BCE fuera un banco central normal, esto es exactamente lo que haría. Grecia está experimentando un pánico bancario. Como el prestamista de última instancia, el banco central debiera hacer un préstamo para cubrir el pánico. Si el BCE cree que los bancos son solventes, debe hacer préstamos. Si el BCE cree que los bancos son insolventes, debe organizar la recapitalización - mediante la conversión de pasivos no asegurados en capital, la venta de bancos a nuevos propietarios, o la obtención de fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

Desgraciadamente, el BCE no es un banco central normal. Es el banco central de una unión monetaria a medias. Al protegerse contra pérdidas, el BCE arriesga la repetición del riesgo de redenominación que el discurso de Mario Draghi, "lo que sea necesario", en julio de 2012 tuvo como intención eliminar. El miedo engendra a lo que se le tiene miedo.

En tercer lugar, los gobiernos de la eurozona todavía pudieran llegar a un acuerdo con Grecia. Esto es lo que Atenas está tratando de lograr. Pero ¿tendría sentido para la eurozona? Para responder esta pregunta hay que considerar cómo la gente ve la propia unión monetaria en la actualidad.

Una manera de pensar acerca de la eurozona es considerarla como una zona de solidaridad mutua. Es a lo que los griegos mismos apelan. La respuesta de sus acreedores es que la solidaridad se basa en obligaciones mutuas. Los griegos, insisten los acreedores, deshonraron sus obligaciones - tanto antes como después de la crisis -por lo cual no merecen solidaridad. Esta visión es simplista. La culpa del desastre la tienen tanto los prestamistas privados irresponsables (principalmente franceses y alemanes) como los gobiernos que decidieron proporcionar los préstamos a Grecia para rescatar a esos prestamistas. Esta refinanciación representó beneficios insignificantes para Grecia. El argumento de solidaridad para alcanzar un compromiso es poderoso, particularmente en vista de la caída que los griegos han experimentado.

Una perspectiva alternativa es transaccional. Cada país hace lo que considera adecuado para apoyar los intereses de su propio pueblo. El motivo para alcanzar un compromiso con Grecia sería entonces que la alternativa - la salida de Grecia de la eurozona - no solamente garantizaría un gran incumplimiento, sino que también generaría una inestabilidad permanente dentro de la eurozona. Los choques conducirían a una especulación desestabilizadora. Una unión monetaria con una opción de salida es sólo una versión más rígida del antiguo Mecanismo de Tipos de Cambio (MTC), vulnerable a las crisis de la deuda en lugar de a las crisis monetarias.

Algunas personas en los principales países incluso parecen creer que el temor a este tipo de crisis impondría una valiosa disciplina a los prestatarios irresponsables. Los líderes de los países que salen de una crisis quieren aplastar a los rivales políticos nacionales que prometen una salida ‘suave' de la austeridad. Mientras tanto, Francia se encuentra en el otro extremo. Para los franceses, la unión monetaria era la alternativa a la MTC. Si la eurozona permite una salida, su creación pudiera haber sido en vano.

En resumen, una pregunta importante es si los miembros de la unión monetaria debieran desear que el riesgo de salida fuera parte fundamental de la construcción de la eurozona. Creo que no debieran, ya que una eurozona como esa sería terriblemente frágil. Teniendo en cuenta este riesgo, el buscar una solución a la crisis que no obligue a la salida - al menos hasta que se agoten todas las alternativas -redundaría en el beneficio de los miembros. También deben reconocer que la deuda griega es insostenible. El alivio de la deuda es ineludible.

Entonces, ¿qué debiera ofrecer la eurozona? Willem Buiter de Citi ha proporcionado un posible plan. En primer lugar, no ofrecer más programas. En segundo lugar, la eurozona debe utilizar el MEDE para pagar los préstamos con vencimiento debidos al BCE y al Fondo Monetario Internacional, y así lidiar con los problemas de liquidez que enfrenta Grecia durante los próximos años. En tercer lugar, extender los vencimientos de los préstamos oficiales pendientes a un futuro distante y fijar las tasas de interés sobre ellos. Por último, recapitalizar los bancos griegos, si fuera necesario.

El Estado griego dependería entonces de su capacidad de pedir préstamos en el mercado. Si no pudiera pedir préstamos, tendría que equilibrar su presupuesto o crear una nueva moneda, colocándose así en el camino hacia una salida.

Grecia se encuentra en su "última oportunidad". La lógica de donde se encuentra en este momento indica que está definitivamente en camino hacia la salida. Pero yo sigo sin estar convencido de que esto sería lo mejor para Grecia o para la mayoría de los otros miembros de la eurozona. Se debe intentar una alternativa. Ésta reconocería la realidad de que, ofrecer ayuda adicional con respecto a la deuda griega, es algo tanto justo como sensato. Encontraría una manera de proteger a los bancos de su Estado. Dejaría entonces a Grecia ser dueña de su propia suerte. El tiempo dedicado a este país entonces debería de dedicarse a otro lugar. Con deudas manejables y con un sistema bancario sólido, Grecia podría elegir su propio camino, dentro de la eurozona o fuera de ella. Una última oportunidad: ni una más.

(c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved