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De útiles escolares, liebres y tortugas

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De útiles escolares, liebres y tortugas

Las cinco jóvenes hacían su sobremesa en la cafetería del Pola. Profesionales todas, madres jóvenes, no tan jóvenes, solteras y casadas, enfrentaban la misma situación: El alto costo de los útiles escolares, los libros y los uniformes. “¡La tragedia de agosto!”

Aquello era un solo ejercicio de catarsis. Lery, la más madura, no dejaba de cuestionar el aumento en los libros. “¿Cómo es que cada año suben 10%?” María, la joven del grupo, no lograba entender el por qué le obligaban comprar ciertos costosos útiles a su niña.

Anceli, inquieta e hiperactiva, no dejaba de lamentarse por el “palo” que le iba a representar este agosto. “Siempre son malos... ¡Pero este es el peor! ¡Ay!”

Nicole, la más tímida, lamentaba que su hijo no podía utilizar los libros de su hermano mayor, que estaban prácticamente nuevecitos. “Cambió la edición”, fue lo único que me dijeron, “¡Pero para mi son los mismos libros!”

Curiosamente, Melissa, la madre de mellizos y, por lo tanto, la que más duro le daba “el palo de agosto”, escuchaba atenta y solidariamente a sus compañeras, pero con una tranquilidad y calma que contrastaba fuertemente con la colérica ansiedad de sus compañeras.

Al ver a mis amigas juntas, decidí acompañarlas un rato con mi café de la tarde. Luego de escucharlas, y solidarizarme por igual con lo abusiva de la situación, les pregunté: “¿Y entonces? ¿Qué van a hacer? Por lo que entiendo, son unos RD$20,000 por niño. ¿De dónde sacarán el dinero? ¿Financiarán?”

La fábula de Esopo del siglo XXI

María fue la primera en sincerarse: “A mi no me queda de otra: Daré un ‘tarjetazo’. No tengo otra alternativa. Gasté todo lo que tengo en inscribir la niña. Me programaré mensualmente, igual como hice el año pasado, y en el transcurso de los próximos 12 meses tendré que sacar RD$2,257 mensualmente para la tarjeta. Es lo que hay.”

Todas tragaron en seco. Financiarse con la tarjeta, al módico 60% anual, era un golpe duro para cualquier bolsillo.

“Te entiendo, María. También me quedé sin un centavo”, confesó Anceli. “El viajecito con mi esposo nos salió más caro de la cuenta y terminé usando el dinero escolar para pagar la tarjeta.”

Sonriente, sin embargo, Ancelí celebró su genio financiero: “Eso sí, María. No entiendo porque, en vez de utilizar tu límite de crédito, no usaste el de tu crédito diferido. ¡Yo lo hice! Al 30%, es mitad del costo plástico, y solo tendré que sacar RD$1,969 mensuales por el próximo año para resolver.”

A Nicole, la compañera más reservada, se le veía cierta satisfacción. Era innegable. Anceli no dudó en preguntarle: “¿Y tú, como fue que conseguiste los RD$20,000 para el año escolar?”

“Amigas, yo me llevo de Argentarium. Eso del crédito plástico no va conmigo. Fui al banco de mi tarjeta y saqué un préstamo a 12 cuotas... ¡La tasa está buenísima! A mi la cuota solo me saldrá en RD$1,819 mensuales y es fija por un año”, agregó Nicole, sintiéndose toda una experta.

Lery, con el aire de sabiduría que solo otorgan los años, sonreía aún más con Nicole, con cierta sorpresa en su expresión.

“¡Yo también leo Argentarium! Y también me llevé de sus consejos. Hice igual que tu, Nicole, lo del préstamo en vez del crédito plástico. ¿Pero para qué te matas en un año? Yo aproveché el plazo que me ofrece el banco, y saqué mi préstamo a cinco años... A mi la cuota me saldrá a una cuarta parte que ustedes. ¡Solo RD$492 mensuales! En ese sentido, voy en coche.”

Melissa o la virtud del ahorro

“Yo no se cuál Argentarium es que ustedes estudian”, advirtió Melissa, la de los mellizos. “Pero el que yo escucho es el que se despide siempre diciendo ‘Guarden pan para mayo y harina para abril’”.

“Por eso, y porque prefiero que los bancos trabajen para mi (y no yo a ellos), estoy desde el año pasado ahorrando. Todos los días saco RD$50.” Ante la sorpresa de sus amigas, incrédulas de cómo Melissa pudiese ahorrar, ella respondió: “Si, los mismos RD$50 que ustedes sacan para el café que se toman aquí, yo me lo ahorro y me tomo el mío al llegar a la oficina.”

“Cuando junté un buen monto, abrí una cuenta en un fondo de inversión que me pagaba a mi un 5%. Así junté yo mis RD$20,000 para cada niña. Realmente solo me costó RD$19,430, porque lo que faltaba me lo pago mi AFI.”

cuadrando la cuenta

En lo que Lery, María, Anceli y Nicole salían de su asombro ante la previsión y la disciplina de Melissa, cuadré la cuenta.

“Bueno, yo creo que es buena idea suspender el café a partir de ahora. Tirando números, veo que básicamente pagándose a ella misma la cuota que ustedes le pagan a los bancos, Lery por 5 años, Melissa se ahorra hasta 51% de lo que ustedes gastan. “¿No son los mismos RD$20,000?”

“¡Pues a guardar pan para septiembre!”

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