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Sistema de pagos
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Los carpinteros financieros

A la Doña y su equipo, con afecto.

Todavía recuerdo las llamadas. El barbudo financiero, de acento extranjero, era experto en hacerlas los viernes a las 4.30 de la tarde.

El propósito era para informarme que pasaría por el banco donde yo laboraba y era oficial de cuentas de su gran empresa, para hacer un pago importante a los préstamos que tenía con nosotros.

No fallaba en aparecerse faltando cinco minutos antes del cierre del banco, de tal forma que la aplicación del pago tendría que tener efecto ese viernes.

Claro, el cheque era de la cuenta en San Juan de la Maguana (u otro sitio parecido) en otro banco comercial. El pago se aplicaría aquel mismo día, pero para que mi banco (sucursal de una entidad extranjera) terminara haciendo efectivo ese cobro podrían pasar... ¡Hasta diez días!

Anécdotas como esas abundan. Cualquiera recuerda aceptar un cheque cuyo importe estaría disponible hasta más de una semana después, salvo que se quisiera pagar “uso de fondos en tránsito”.

Esas ineficiencias en el sistema de pagos de nuestro país impactaban no solamente la microeconomía de empresas y personas, sino también las grandes decisiones política monetaria cuyo famoso rezago y efectividad se veía limitada por debilidades institucionales y tecnológicas como las que prevalecían entonces.

El gran cambio

A partir de 2005, se inició un gran proyecto multidisciplinario que impactó todo el sistema financiero dominicano.

Lidereado por un equipo técnico del Banco Central, un amplio y diverso grupo de “carpinteros financieros”, administradores e ingenieros de sistemas ocultos en el “back office” y los centros de computos bancarios, se propusieron modernizar la cavernícola cámara de compensación que todavía existía entonces.

El proyecto, verdadero ejemplo de una iniciativa público-privada efectiva, logró, en su primera década, avances que no dejan de ser revolucionarios y que colocan el sistema de pagos de la República Dominicana en una posición envidiable tanto a nivel regional como mundial.

El “timing” no pude haber sido mejor. La caída en relevancia del instrumento de pago tradicional (los cheques) se aceleraba, como vemos en la gráfica. De 24 millones de transacciones anuales en el 2002, hoy se transan menos de la mitad.

En términos constantes el dinero transado en cheques en el 2014 fue equivalente a solo RD$391 mil millones, menos de la mitad de los RD$835 mil millones pagados con cheques en el 2002.

En términos transaccionales, cuando en 2002 se transaron 24 millones de cheques, ahora se transan a penas 10 millones. La tendencia, claramente, es hacia los pagos electrónicos más modernos.

¿Los sustitutos? Podemos hacer la comparación gráfica a partir del 2008. Al contrastar julio de ese año con el de 2015 (en términos dolarizados), vemos que los grandes ganadores frente al cheque han sido las transferencias electrónicas realizadas a través de los sistemas ACH (operado por CardNet ) y el más universal LBTR creado por el Banco Central.

En términos de dinamismo, el pago móvil, aunque todavía el benjamín del sistema, muestra un crecimiento fuerte y sostenido a través de iniciativas como t-Pago y m-peso. De solo RD$23 millones transados por nuestros teléfonos en enero del 2011, ya superamos los RD$340 millones en operaciones mensuales y más de 700 mil usuarios con esa capacidad.

Existen también casi dos millones de usuarios de sistemas de “internet banking”. A través de ellos, cualquier dominicano puede pagar un préstamo en Banco X desde su cuenta en Banco Y, a un costo mínimo y lograr ver su pago aplicado en menos de 15 minutos.

Mi cliente barbudo, el que abusaba y se aprovechaba de los largos tránsitos, todavía sigue de financiero en la gran empresa. No está nada contento. Yo si.

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