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Motivos de la visita

A la visita del presidente Obama a Cuba se le han buscado muchas explicaciones, tanto económicas como políticas. Se dice que fue una jugada maestra para desplazar a Rusia, tal como fueron en el pasado los viajes de Nixon a China y de Clinton a Vietnam. O que se debió a la búsqueda de nuevos mercados para productos estadounidenses, en momentos en que la anticipada fortaleza del dólar afectará su competitividad. O que fue parte de una estrategia demócrata para dividir a los republicanos de cara a las elecciones del próximo noviembre. O que pudo obedecer a una calculada maniobra para aislar a Venezuela y debilitar su régimen bolivariano. O que quizás fue un intento de reparar el olvido de Latinoamérica consecuencia de la atención puesta sobre el Pacífico y el Oriente Medio. Pero pudo tener un motivo adicional, menos rebuscado y más simplemente humano.

En la recta final de su presidencia, habiendo su partido perdido el control del Congreso, con su país inmerso en un proceso electoral en el cual un millonario mediático y un revolucionario idealista han despertado mayor entusiasmo que los candidatos ortodoxos, es posible que Obama no haya querido dejar a otros la gloria del acercamiento a Cuba. Tendría poco que perder haciéndola suya, pues su principal peligro, que es que el régimen cubano no se haga más flexible, es algo que tomará tiempo comprobar, lo que permitiría atribuir un eventual fracaso a otras causas o a sus sucesores en la Casa Blanca. Y si tiene éxito, será un logro que compensará sus tropiezos en Libia, Siria y otros lugares.

Ese elemento personal incide sobre las actuaciones en todas las presidencias y liderazgos cercanos a concluir. En nuestro medio, sin embargo, dada la reiterada posibilidad de presentarse de nuevo como candidato, de inmediato o más adelante, no hay propiamente un término final, lo cual restringe la percepción de que se está frente a una última oportunidad.

gvolmar@diariolibre.com

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