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De noviembre a marzo

A mediados de noviembre pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró que el déficit fiscal del sector público, que estimó en 8.5% del PIB, había hecho subir la deuda pública al 44% del PIB y la brecha de la cuenta corriente al 7% del PIB. Y dijo que las reservas de divisas eran bajas y habían descendido un 19.5% en apenas diez meses. Planteó reducir la deuda al 35% del PIB, aumentar las reservas y disminuir la demanda de importaciones mediante una política monetaria más restrictiva.

En su informe del día 8 de este mes reiteró sus puntos de vista sobre el déficit fiscal, la deuda pública y la brecha de cuenta corriente, pero añadió varios ángulos nuevos.

En noviembre, el gran culpable era el aumento del gasto público, pero en marzo lo combinó con una política monetaria expansiva y poca flexibilidad en la tasa de cambio. En otras palabras, el FMI dice ahora que la brecha de cuenta corriente y la pérdida de reservas fueron causadas, no sólo por el déficit fiscal, sino porque el Banco Central tomó medidas para estimular la economía, y porque el peso se depreció menos de lo que debería haberse depreciado.

En cuanto a los bancos, el FMI reiteró su inquietud por los créditos al gobierno, pero señaló, además, que los índices de morosidad de la cartera habían subido. Y expresó preocupación por que el crecimiento económico pueda descender.

El Fondo se contradice. Manifiesta temor por un menor crecimiento, pero recomienda un ajuste fiscal adicional que lo disminuiría aún más. Quiere que se reduzca más el déficit fiscal, pero para aumentar las reservas de divisas y estrechar la brecha corriente aboga por que el peso se deprecie más rápido, lo que afectaría el presupuesto y la tasa de inflación.

Alerta sobre los créditos bancarios al gobierno, pero ignora el efecto que su reducción tendría sobre el componente externo de la deuda pública. Y atribuye a la política monetaria consecuencias negativas que no ha tenido.