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Precio de la prosperidad

Para los dominicanos ese asunto del abismo fiscal estadounidense fue algo muy extraño. Comenzamos a sentir aquí los efectos de la reforma tributaria, pero leímos que allá el Congreso legisló para evitar que entrara en vigor un conjunto de impuestos. Aquí el gobierno presentó la reforma como un trago amargo necesario, en tanto que allá el gobierno celebró que la mayoría de los gravámenes fueron dejados sin efecto. ¿Por qué la diferencia?

La explicación es que aquí la posibilidad de que el gobierno se endeude y el costo de la deuda dependen de lo que opinen el Fondo Monetario Internacional (FMI), las agencias calificadoras y los analistas de los fondos de inversión. Allá la demanda de los inversionistas por los valores federales no fue afectada ni siquiera por la rebaja del grado de la deuda. El margen de decisión, por lo tanto, es distinto.

Pero si hay quienes quieren seguir prestándole al gobierno, ¿por qué no endeudarse más?

En cierto modo, eso es lo que el gobierno allá decidió hacer. La deuda pública creció en US$1.1 millones de millones el año pasado, y con las medidas aprobadas el aumento sólo bajará a 0.9 en el primer año. Al miércoles pasado la deuda ascendió a US$16,423,538 millones, equivalente al 105.6% del PIB. De ese monto, US$16,321,202 millones estaba sujeto a un tope de US$16,394,000 millones. Cada estadounidense debía alrededor de US$52,131 y la deuda crecía a razón de US$39,683 por segundo.

Hoy ya se llegó al tope y el gobierno dejó de emitir deuda para dos planes de retiro, lo que le permitirá retrasar por dos meses la cesación de pagos.

Alexander Hamilton, destacada figura en la historia de los Estados Unidos, afirmó que la "deuda, externa e interna, fue el precio de la libertad". Se refería a los préstamos tomados por la incipiente república para lograr la independencia. Ahora se dice que la deuda es el precio a pagar para lograr el crecimiento económico y reducir el desempleo.