Efecto de arrastre

Ya para estos días de octubre, la preocupación ha cambiado. Dados los pronósticos electorales, atrás han ido quedando las interrogantes acerca de si su candidato llegará a ser presidente de los Estados Unidos. También ha menguado su esperanza de tener un nuevo presidente que proponga juristas conservadores para ser designados como miembros de la Suprema Corte de Justicia, objetivo éste por el cual usaron su mayoría en el Congreso para impedir el nombramiento del candidato que el presidente Obama había sometido. Lo que atemoriza más a los políticos republicanos en este momento es la posibilidad de que una previsible derrota de Trump arrastre a los candidatos de su partido al Senado (34 puestos de una nómina de 100 están en juego), Cámara de Representantes (los 435 miembros) y gobernadores (de doce estados).

Un precedente aviva las llamas de esa inquietud. En 1964, el candidato republicano Barry Goldwater enfrentó también a un candidato demócrata objeto de muchos cuestionamientos. Pero con sus planteamientos belicistas y propuestas conservadoras, no sólo hizo Goldwater que su partido perdiera una buena oportunidad de dominar el escenario político, sino que provocó la derrota de muchos republicanos prominentes, cambiando la estructura y correlación de fuerzas políticas y conceptos ideológicos. Lyndon Johnson, en esa ocasión, ganó en 43 de 49 estados, más el Distrito de Columbia, con un extraordinario porcentaje de votos del 61.1%. Irónicamente, fue Johnson quien como presidente comprometió a su país en la traumática guerra de Vietnam.

Un cambio sustancial en la composición del Congreso, susceptible de dar a los demócratas el control de la Cámara o el Senado, tendría grandes repercusiones sobre la capacidad de la Presidencia para hacer avanzar su agenda de propuestas, a diferencia de la actual Administración saliente, que ha sido afectada por reiterados obstáculos legislativos a sus iniciativas.

Gustavo Volmar