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Colombia acierta con respecto a su referéndum

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Colombia acierta con respecto a su referéndum
El presidente Juan Manuel Santos, Raúl Castro y Rodrigo Londoño Echeverri (Timochenko). (FUENTE EXTERNA)

Tanto el Reino Unido como Colombia convocaron un plebiscito; uno provocó un divorcio y el otro un matrimonio.

El jueves 23 de junio fue un día importante para la democracia, no solamente debido al “Brexit”. A miles de kilómetros del Reino Unido, en una movida increíblemente optimista, dos partes acordaron un alto al fuego, poniendo fin a un conflicto que ha dejado a 200,000 muertos y ha desplazado a millones de personas.

El proceso de paz de Colombia es una gran noticia. Tal vez parezca poco relevante en medio de la incertidumbre geopolítica que ha causado el Brexit, pero sin duda es un importante logro.

Cabe destacar las semejanzas entre las políticas locales del proceso de paz de Colombia y las del Brexit y la diferencia entre los procesos y los resultados. Dejando a un lado la extrema violencia de Colombia, ambos procesos muestran un excepcional paralelismo.

Básicamente, ambos asuntos se reducen a un acuerdo que legislaría cómo deberían convivir pueblos diversos: en Colombia, después de 50 años de guerra y múltiples fallidos esfuerzos de paz; y en el Reino Unido, a raíz de cerca de medio siglo de una incómoda coexistencia europea.

Ambos están definiendo posturas que han dividido a los dos países en bandos de apasionados ciudadanos a favor y en contra, provocando debates fogosos y mal informados. Ambos incluyen disposiciones técnicamente complejas, que deben estudiarse con detenimiento para comprenderlas.

Por lo tanto, ¿deberían estas cuestiones decidirse a través de un referéndum, especialmente, tomando en cuenta que la pregunta sometida a votación es totalmente emocional?

Ni David Cameron, el primer ministro saliente del Reino Unido, ni Juan Manuel Santos, el presidente colombiano, tenían la obligación de convocar un referéndum. Sin embargo ambos lo hicieron, a pesar de los riesgos.

Estos riesgos fueron descritos claramente por un votante arrepentido del puerto de Tilbury en Essex. “Me conmovió la retórica”, dijo Antony Kerin un hombre de 38 años de edad al Washington Post después de la votación. “Pero si lo hubiera pensado un poco más, hubiera votado por permanecer en la Unión Europea. En este momento estoy seguro que lo haría”.

En cambio, el proceso de paz colombiano invirtió la mecánica de votación del Brexit. El Sr. Santos colocó el plebiscito — deliberadamente o por error — al final del proceso, en lugar de comenzar con la votación.

Él inició el proceso en Colombia con una serie de arduas negociaciones. En lugar de los escasos dos meses de debate que el Reino Unido le dedicó al Brexit, Colombia sostuvo conversaciones espinosas entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante cuatro años. Estas discusiones cubrieron temas difíciles como el desarme, las reparaciones para las víctimas, la justicia de transición, la participación política de los guerrilleros desmovilizados, la implementación, el seguimiento y el cumplimiento.

Entonces siguió el alto al fuego, que se acordó la semana pasada. El próximo paso — que probablemente sucederá a finales de agosto — será la firma del acuerdo, seguida por la inspección realizada por la Corte Constitucional y posteriormente la aprobación del Congreso. El referéndum se llevará a cabo al final del proceso — después de cerca de cinco años — tal vez en septiembre.

Este proceso es el extremo opuesto de la secuencia del Brexit. Además minimiza el riesgo de malentendidos.

Aún así, un “voto por la paz” en Colombia no es seguro. Hasta el Sr. Santos — quien ha apostado su carrera en este proceso de paz — lo ha descrito como “tragar sapos”. Más de medio siglo de odio hacia las FARC ha provocado escepticismo en el pueblo colombiano con respecto a la posibilidad de que un proceso de paz pudiera realmente traer la “paz”.

Muchos desconfían del Sr. Santos. Considerado como un anglófilo sofisticado de la clase elitista de Bogotá, él parece sentirse más cómodo en Londres que en, por ejemplo, San Vicente de Caguán. Su índice de popularidad es de sólo 20 por ciento, lo cual ha limitado su habilidad para defenderse de sus críticos, como Álvaro Uribe, un ex presidente colombiano. Además, las encuestas sugieren que sólo un tercio de la población está a favor del proceso, un tercio está indeciso y otro tercio está en contra.

Sin embargo, la complejidad de los procesos legales requeridos para asegurar un acuerdo permanente de paz y la exigencia democrática del apoyo del pueblo, indicaban la necesidad de un referéndum, sin importar los riesgos.

El resultado del Brexit resalta la posibilidad de que el proceso de paz en Colombia aún podría fallar. Pero también destaca la diferencia fundamental entre los dos procesos.

El proceso de paz de Colombia es como un matrimonio; aún después del alto al fuego del jueves, su éxito subsecuente dependerá del arduo esfuerzo que requieren todos los matrimonios. Al contrario, el Brexit se parece a un divorcio, el cual siempre resulta en disputas legales subsecuentes. Por coincidencia, ambos ocurrieron el mismo día.

Por John Paul Rathbone (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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