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Grupos energéticos enfrentan su ‘momento Kodak’

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Grupos energéticos enfrentan su ‘momento Kodak’
Los productores de combustibles fósiles todavía anticipan crecimiento en sus antiguas empresas, incitando la disrupción. (FOTO: SHUTTERSTOCK )

El cambio disruptivo puede llegar rápidamente, acabando con las suposiciones de la dirección, perturbando convicciones estratégicas y destruyendo las organizaciones fundadas en base a ellas. Pero el tipo de cambio más peligroso llega lentamente, tan lentamente que esas suposiciones y convicciones siguen en pie hasta que es demasiado tarde para que los encargados reaccionen. Y el cambio climático es el más lento y el más peligroso de todos.

Existen pocos individuos que niegan rotundamente el cambio climático, incluso en las industrias que se benefician más de la búsqueda y venta de hidrocarburos. Pero esas compañías todavía se están moviendo con demasiada lentitud para enfrentar — y mucho menos eliminar — el reto del calentamiento global.

Es una brecha que incluso aquellos dentro de la industria han notado. Uno de los objetivos de la conferencia sobre cambio climático de la ONU en París es fijar un límite del aumento de temperatura global de 2 grados Celsius sobre los niveles preindustriales. Pero un estudio supervisado por, entre otros, Sir Mark Moody-Stuart, ex presidente de Shell, y Lord Browne, ex director ejecutivo de BP, ha señalado la “significativa desconexión” que existe entre el replanteamiento fundamental necesario para cumplir con esa meta y los esfuerzos de las empresas mismas.

Critical Resource, la firma que produjo el informe, examinó una muestra de 13 compañías de recursos naturales. Todas menos tres opinaron que el cambio climático era un asunto de negocios de suma relevancia, pero sólo una había preparado un escenario que incorporara un límite de 2 grados Celsius.

Más bien, ¿qué están planeando esas compañías? Un continuo crecimiento de sus negocios tradicionales, según un informe de Carbon Tracker, un grupo de expertos en la materia. Este informe advierte que las compañías de combustibles fósiles corren el riesgo de desperdiciar US$2.2 billones en proyectos — tales como nuevas minas de carbón y exploración de petróleo en el Ártico — que los avances tecnológicos y las políticas de cambio climático podrían volver no rentables.

El desafío climático difiere del escenario de la “rana hervida”, en el cual la criatura no se da cuenta de su suerte mientras que se cocina lentamente. Esto me recuerda más bien el error irremediable de Eastman Kodak. La compañía ya había previsto la llegada de la fotografía digital en la década de 1970. Pero la llegada de los productos digitales que finalmente la condujeron a la quiebra fue escalonada durante más de 30 años. Significativamente, los márgenes que Kodak podía obtener de los rollos de película permanecieron altos hasta relativamente tarde en su historia.

A Anthony Hobley, director ejecutivo de Carbon Tracker, también le gusta la analogía de la industria de la locomotora estadounidense. Una combinación de complacencia, un deseo de maximizar las ganancias y el apego histórico al vapor llevó a algunos fabricantes a descartar la amenaza de la locomoción diésel. Algunos reconocieron que la era de crecimiento del vapor había llegado a su fin y reinvirtieron adecuadamente. Pero otros no lo hicieron. Samuel Vauclain — durante un largo tiempo el presidente de Baldwin que fue responsable de la fabricación de la famosa locomotora “Old Ironsides” en 1832 — declaró en 1930 que el vapor seguiría en uso en 1980. “Estamos apenas comenzando a darnos cuenta de lo que realmente se puede hacer con la máquina de vapor”, él declaró. Baldwin dejó de producir locomotoras en 1956.

Existen otros dos factores que mantienen la presión alejada de las empresas de combustibles fósiles. La teoría de la innovación enseña que a menudo emergen productos rivales que son “lo suficientemente buenos”, y que obtienen participación de mercado mientras que los que ya están en la industria siguen mejorando en la producción de artículos que los clientes cada vez aborrecen más. Las últimas locomotoras de vapor fueron las más rápidas y las más eficientes jamás producidas, tal como lo había previsto el Sr. Vauclain. Pero la energía alternativa todavía no se considera ampliamente “lo suficientemente buena” como para remplazar al gas, al petróleo o al carbón. Los clientes que utilizan energía todavía se preocupan principalmente de la fiabilidad del suministro.

Un segundo factor es que el cambio generado por las locomotoras diésel y por las cámaras digitales fue producto de la innovación y de las fuerzas del mercado, no del regateo político. Pero se necesita un consenso social, político y empresarial para limitar el cambio climático. Mientras la incertidumbre prevalezca sobre la política climática, tiene sentido que las empresas de combustibles fósiles continúen desarrollando sus negocios históricamente rentables.

Numerosas compañías de combustibles fósiles se han unido a la lucha para mitigar el impacto del cambio climático. Su lento progreso hacia la toma de nuevas medidas no se debe a que no se den cuenta de las consecuencias, aseguró Sir Mark Moody-Stuart: “Se debe sólo a la extrema dificultad de hacerles frente a los problemas”.

Pero la historia demuestra que mientras más lentamente llegue la disrupción, más fácil será para quienes la experimentan demorar adaptarse a ella, y mayor será el daño que ocasione su final e inevitable colisión con la realidad. Tal como lo declaró Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, en un discurso en septiembre sobre los riesgos financieros del calentamiento global: “Mientras más invirtamos con previsión, menos nos arrepentiremos en retrospectiva”.

(c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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