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¿La “economía espacial” será igual que la economía en la Tierra?

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¿La “economía espacial” será igual que la economía en la Tierra?
Representación artística de la sonda Juno de la NASA próxima a la órbita de Júpiter. ( NASA/JPL-CALTECH)

La NASA juega un papel importante en la definición del sector privado extraterrestre.

Parece que estamos manejando la economía aquí en el planeta Tierra de forma un poco desastrosa. ¿Nos irá mejor en el espacio? La última frontera fue alguna vez el área de juegos exclusiva de los complejos militares-industriales de las superpotencias, conforme se desarrollaba la Guerra Fría sobre nuestras cabezas. Pero el espacio se ha globalizado y democratizado rápidamente, y se ha abierto a otros países y compañías del sector privado.

Aproximadamente unos 40 gobiernos gastaron un total de US$64 mil millones en actividades espaciales en el año 2013, encabezados por EEUU, China, Rusia e India, según los últimos datos de la OCDE. También ha surgido una nueva generación de empresarios espaciales — como Elon Musk y Jeff Bezos — quienes han prometido transformar la economía de los viajes espaciales. Más de 50 operadoras de telecomunicaciones vía satélite le dan servicio a un mercado que se desarrolla cada vez con mayor rapidez.

Rupert Pearce, director ejecutivo de Inmarsat, una de las mayores operadoras, dice que la industria de los satélites está en proceso de transformación. “Hemos visto un cambio increíble en el ritmo de la innovación”, dice. “Estamos viviendo en un mundo de conectividad omnipresente”.

Gracias a la revolución de los datos, la demanda de comunicaciones vía satélite está creciendo rápidamente. Se prevé que el número de dispositivos conectados aumente de 5 mil millones a 20 mil millones en los próximos cinco años conforme la “Internet de las cosas” se convierte en realidad. Los vehículos sin conductor podrían provocar un aumento de la demanda de los servicios de geolocalización. La parte de la industria relacionada con la oferta está evolucionando a la misma velocidad a la que los satélites se vuelven más pequeños, más baratos y más sofisticados.

Una de las compañías que está aprovechando las oportunidades es Planet, una empresa “startup” estadounidense que está enviando enjambres de pequeños satélites con cámaras al espacio para brindar imágenes casi constante de la tierra, lo cual ayuda a los ambientalistas a supervisar la deforestación o a los gestores de fondos a seguir el rendimiento de los cultivos.

Estas actividades “downstream”, o derivadas, en gran medida dirigidas por el sector privado, están floreciendo principalmente por sí mismas. Pero las actividades “upstream”, o preliminares, son más complejas, pues siguen siendo en su mayoría del dominio exclusivo de las instituciones nacionales e internacionales. ¿Quién debe regular y gestionar los recursos extraterrestres? ¿Cómo financiaremos infraestructuras como la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), cuyo desarrollo costó alrededor de US$100 mil millones? ¿Quién tiene el derecho a beneficiarse de — o gravar — las actividades de minería en asteroides?

Para estimular las nuevas ideas, la NASA desafió a los economistas a analizar el desarrollo económico de la órbita terrestre baja, o “espacio comercial”. Sus sugerencias fueron publicadas este mes.

La cuestión clave es cómo puede el sector público interactuar de la mejor forma posible con el sector privado. En el año 2011, la NASA creó el Centro para el Avance de la Ciencia en el Espacio para estimular a las instituciones públicas y empresas comerciales a utilizar la ISS como plataforma para la innovación. Los economistas desarrollaron varias ideas buenas. Se podrían crear extensas bases de datos para registrar la investigación espacial. Una cobertura de seguros más inteligente podría ayudar a atraer empresas “startup” con poca capitalización. Las empresas de biotecnología podrían ofrecer incentivos para explotar un ambiente de microgravedad.

Pero tomando en cuenta la mayor parte de las contribuciones a la NASA, parece que la economía espacial va a terminar siendo bastante semejante a la de la tierra, donde el sector público falto de dinero sigue siendo esclavo del sector privado. La preocupación es que los costos de la infraestructura serán socializados mientras que los beneficios serán privatizados.

Sería una pena que eso sucediera. Dado su extraordinario historial de logros, la NASA es una institución del sector público a la que se le debe permitir soñar en grande y se le deben asignar fondos para sus esfuerzos de investigación. Sería afín al espíritu de exploración espacial experimentar con diseños económicos mucho más audaces.

Por John Thornhill (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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