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La trillada metáfora del “viaje corporativo”

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La trillada metáfora del “viaje corporativo”
El problema es que nunca realmente sabemos en qué tipo de viaje vamos. (SHUTTERSTOCK)

En mi primer empleo que no tenía que ver con cerveza ni jamón rebanado, trabajé en el departamento de asuntos corporativos de una compañía farmacéutica.

Un día unos asesores vinieron a tratar de conseguir la cuenta de diseñar nuestro informe de responsabilidad social. “Van en un viaje”, nos dijo uno de ellos, “y llevan mucho tiempo en el”.

En aquel momento quedé tremendamente impresionado. Sus palabras resultaban misteriosamente correctas. Nuestra empresa se encontraba a 90 millas del centro de Londres, y la mayoría de las personas gastaban medio día viajando al trabajo.

Pero la idea de un viaje también prometía verdades profundas. Un joven recién graduado como yo podía dejar de preguntarse qué demonios estaba haciendo y estar seguro que se dirigía hacia algún destino. No sé si el hombre del viaje se ganó la cuenta porque mi propio viaje incluyó dejar la empresa poco después.

Sin embargo, en la década siguiente su concepto se ha vuelto insoportablemente omnipresente. En las últimas semanas hemos oído que Barclays se ha embarcado en “un viaje” de cambio cultural, cortesía de su director John McFarlane; y que el Partido Laboral está en “la primera base de un viaje para recobrar la confianza del pueblo”, según su Miembro del Parlamento Chuka Umunna. Mientras tanto, McDonald’s está en “un viaje para convertirse en un restaurante de hamburguesas y desayuno moderno y progresivo” ... o por lo menos su jefe estadounidense Mike Andres piensa que es así.

Los lectores pensarán que tal lenguaje debería restringirse al programa ‘The X Factor’, donde podía ir acompañado de música sentimental y emotiva. Pero el sabio global David Brooks, el columnista del New York Times quien por otra parte castiga las tonterías de autoayuda, no está de acuerdo. Se encariña con la metáfora del viaje – argumentando en su libro ‘El camino al carácter’ que hasta las “personas verdaderamente humilde” la usan.

Si es así, entonces pobres ellos. Porque es inútil. El primer problema es que nunca está suficientemente claro en qué tipo de viaje vamos.

¿Se trata de un viaje en automóvil en el que tenemos que conducir? ¿O un viaje en tren donde podemos recostarnos, siempre y cuando comprobemos de vez en cuando que no nos hemos perdido nuestra parada? ¿Vamos en realidad en un largo viaje aéreo donde pasamos la mayoría del tiempo durmiendo o esperando a que nos sirvan comida? Quizás – como la cantante Miley Cyrus – vamos en “una subida”, con la triste implicación que estamos llegando a nuestra cima.

De cualquier manera, es un metáfora que no deben usar los jefes. Sí, el trabajo debería de variar y las empresas deberían de adaptarse. Pero cuando el empleado promedio quiere ir “de viaje”, se busca un nuevo empleo. Cada vez que un jefe ejecutivo desempolva la metáfora, un subordinado se acuerda de poner al día su perfil de LinkedIn.

Quedarse en la misma empresa, aun en una que está cambiando, no es ningún tipo de viaje – conocemos la gente, la cultura y en qué días se debe evitar la cafetería. En eso consiste la atracción. Lo que queremos es una clara disposición dentro de la cual operar, no la vaga promesa que todos hemos salido en algún tipo de excursión escolar.

El Sr. McFarlane y otros también pasan por alto el hecho de que los viajes tienen connotaciones desafortunadas. “Viajar con optimismo es mejor que llegar” es una frase que resuena en primera clase, donde, coincidentemente, tienden a estar los jefes ejecutivos. La mayoría de la gente normal en realidad prefiere estar en algún sitio.

Tomemos a Microsoft, donde el jefe ejecutivo Satya Nadella le prometió al personal en febrero del año pasado que “comenzaban una nueva etapa de nuestro viaje juntos”. Desde entonces ha anunciado más de 25,000 recortes de empleos y ha destripado el negocio de los celulares. Resulta que el viaje que el Sr. Nadella tenía en mente era el de Aníbal cruzando los Alpes, donde sólo unos pocos salen ilesos.

La idea de un viaje tiene un atractivo obvio para los jefes porque hace que el cambio parezca inevitable y su curso particular predeterminado. Su frase hermana es “evolucionar”, que tiene el beneficio adicional de implicar que a los objetores quizás les falten pulgares oponibles. “Ésta es la próxima etapa de nuestra evolución”, dijo recientemente Nick Denton, fundador del misantrópico blog Gawker, al presentar una nueva serie de estándares editoriales rechazados por su – ahora antiguo – personal.

En realidad, ambos “evolución” y “viaje” son débiles intentos de disfrazar el hecho de que las decisiones ya han sido tomadas – y que esas decisiones pudieran resultar buenas o malas. El uso de estos vocablos sólo tiene sentido si también se habla de extinción y hacer una vuelta en U.

Así que la próxima vez que un ejecutivo haga uso de la palabra “viaje”, permítanme sugerir el siguiente apéndice: “¿Qué quiero decir por viaje? Esta empresa es una familia, así que piensen que estamos en un viaje familiar por carretera, aunque un viaje en el cual te podemos echar del vehículo. No tiene sentido preguntar ‘cuándo vamos a llegar’ porque yo, al igual que tu propio padre, tengo la habilidad de no oírte. Pero en algún momento puedo apagar el motor, sacar el mapa y buscar como echarle la culpa a quien esté sentado a mi lado. Entonces, y sólo entonces, sabrás que el viaje ha terminado – y que estamos sencilla e irremediablemente perdidos”.

c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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