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México muestra los pros y los contras de los impuestos sobre el azúcar

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México muestra los pros y los contras de los impuestos sobre el azúcar
En 2014 México impuso un gravamen del 10% de impuestos sobre las bebidas gaseosas. (SHUTTERSTOCK)

El debate sobre si el Reino Unido debería imponer un “impuesto sobre el azúcar” se intensificó esta semana, con la insistencia de un comité de parlamentarios de que existe evidencia convincente de que ayudaría a hacer frente al incremento de la obesidad infantil.

Un tercio de los niños que terminan la escuela primaria en el Reino Unido tienen sobrepeso o son obesos, y los jóvenes más desfavorecidos son dos veces más propensos a ser obesos que los menos privados, señaló el comité selecto de salud.

Se estima que el tratamiento de la obesidad cuesta al Servicio Nacional de Salud £5.1 mil millones al año. La diabetes tipo 2, asociada con un alto índice de masa corporal, abarca cerca del 10 por ciento del presupuesto anual.

La industria de alimentos y bebidas, por su parte, se resiste a la idea de que un impuesto sobre el azúcar sería una manera eficaz de reducir el consumo. Hasta el momento, parece tener el apoyo de David Cameron, el primer ministro, quien recientemente fijó su postura contra un impuesto.

Mientras que los opositores y críticos buscan municiones para defender sus puntos de vista, la atención se está centrando en países como México, que ya han pasado por este camino.

El gravamen impuesto a las bebidas azucaradas y comida chatarra hace dos años ha ayudado a reducir las ventas y recaudado más de US$2 mil millones para el estado, pero hay desacuerdo sobre su eficacia.

Al inicio de 2014, México impuso un gravamen del 10 por ciento de impuestos sobre las bebidas gaseosas —equivalente a 1 peso (US$0.06) por litro — y un 8 por ciento de impuestos sobre bocadillos altos en calorías en un esfuerzo por combatir la epidemia de la obesidad y la diabetes, que engulle el 55 por ciento del presupuesto nacional de salud. En México, 70 por ciento de los adultos y el 30 por ciento de los niños tienen sobrepeso o son obesos.

No obstante, en octubre la cámara baja del Congreso votó para reducir a la mitad el impuesto sobre los refrescos que contienen menos de 5 gramos de azúcares añadidos por cada 100 ml, argumentando que esto alentará a las compañías de bebidas a cambiar.

La movida, respaldada por el partido gobernante PRI que propuso el impuesto inicial, provocó una tormenta de protestas entre los partidos de la oposición de izquierda y fue anulada rápidamente en la aprobación definitiva del presupuesto para 2016.

Un diputado dijo que la reducción del impuesto era una “sentencia de muerte” y la Alianza para la Salud Alimentaria, un grupo de cabildeo que lo apoya, sostuvo que el impuesto necesita duplicarse — no ser reducido a la mitad — y que los refrescos han matado a más mexicanos que el crimen organizado. Un estudio publicado en junio encontró que las compras de bebidas azucaradas gravadas cayeron un 6 por ciento en promedio en el 2014, y la tendencia a la baja se aceleró a 12 por ciento en diciembre de 2014.

El estudio encontró que en hogares con menores ingresos, que gastan más en alimentos, hubo una caída promedio del 9 por ciento en la compra de refrescos en 2014, con un descenso del 17 por ciento para diciembre de 2014. Las ventas de las bebidas libres de impuestos, como el agua, aumentaron el 4 por ciento durante 2014.

Michael Bloomberg, el ex alcalde de Nueva York que ha contribuido US$16.5 millones desde 2013 a la lucha contra la obesidad en México, dijo que el impuesto era “un modelo para medidas similares en EEUU y el resto del mundo”.

Pero Emilio Gutiérrez, profesor de la Universidad ITAM de México, quien ha estudiado el impacto de los impuestos, dice que el tema es más sutil de lo que parece. Su estudio fue financiado por ConMéxico, un grupo de presión de la industria, pero él aseveró que lo realizó con plena independencia.

Encontró una reducción del 5 por ciento en litros de refresco comprados, pero dijo que esto no representa nada en comparación con la disminución de consumo de las calorías necesarias para combatir la obesidad.

Aunado a esto, debido a que el impuesto se calcula por litro, el Sr. Gutiérrez estima que el 60 por ciento de la reducción en los litros de refresco comprados podría explicarse por los consumidores que cambiaron a envases más pequeños.

“Creo que el impuesto ha sido inútil, honestamente”, dijo. “Puede haber reducido el consumo de refresco un poco, pero no es suficiente para dar lugar a una reducción a largo plazo de la obesidad”.

Reconoció que podría ser una afirmación discutible que pudiera interpretarse como favorable para la industria de refrescos.

“Sé que es un escándalo proponerlo, pero creo que la discusión que tenemos que tener es la mejor manera de diseñar el impuesto”, dijo, sugiriendo una escala con tasas impositivas más bajas para las botellas o latas más pequeñas.

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