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Multimillonarios mexicanos: asolados pero no hundidos

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Multimillonarios mexicanos: asolados pero no hundidos
Ha sido un malísimo momento para ser multimillonario en México (SHUTTERSTOCK )

La caída del peso a una baja histórica contra el dólar este año no significó, por primera vez, una inflación galopante y un trastorno económico para la población de la segunda mayor economía latinoamericana, un turbulento escenario que se ha visto con frecuencia en el pasado.

Pero sí causó bastante daño a los súper ricos del país, quienes ya están afrontando en sus industrias los retos de la regulación, la competencia o la caída de los precios de la materia prima.

El titán de las telecomunicaciones Carlos Slim, el hombre más rico del país y de 2010 a 2014 la persona más rica del mundo, perdió una quinta parte de su fortuna este año hasta marzo, según la lista de multimillonarios compilada por la revista Forbes.

A Ricardo Salinas, un magnate de los medios, la venta al por menor, y los bancos, le fue peor: su valor neto se redujo a la mitad. Germán Larrea, un minero multimillonario y el segundo hombre más rico de México, y Alberto Baillères, otro multimillonario minero y de venta al por menor, ambos perdieron la tercera parte de sus fortunas.

Para el Sr. Slim, de 76 años, fue un giro abrupto: su riqueza había crecido US$5.1 mil millones en la lista del 2015, comparado con su clasificación del 2014, y fue el quinto mayor ganador entre los 10 más ricos del mundo ese año. Pero todo eso cambió con el paso del 2015: se convirtió en el mayor perdedor multimillonario por mucho, con una caída de $22 mil millones borrados de su valor neto antes del fin del año.

Al menos el Sr. Slim tiene una reputación por la sencillez y por preocuparse menos por el dinero que por dejarles a sus hijos inversiones en sus empresas para que ellos las manejen con prudencia.

La caída de su riqueza reflejó los momentos difíciles que enfrenta el imperio de telecomunicaciones del Sr. Slim, América Móvil. La empresa ha sido golpeada por las pérdidas del peso contra el dólar; un colapso en la economía en el Brasil, que tradicionalmente ha sido su mercado de mayor crecimiento; duras reglas de competencia en México; y un nuevo y agresivo actor local, AT&T. El año pasado América Móvil anunció una caída de casi 25 por ciento en beneficio neto.

No obstante, desde que Forbes publicó en marzo la clasificación de este año, la fortuna del Sr. Slim ha rebotado algo, casi US$10 mil millones, para ser preciso.

Esto sigue a un inesperado aumento de la tasa por parte del Banco de México para detener la caída del peso contra el dólar e inyectar alguna confianza a los mexicanos, que sufrían bien conocidos dolores de miedo de que el reciente, aunque tenue, crecimiento económico estaba a punto de deshacerse.

La mayoría del cohorte doméstico del Sr. Slim también ha disfrutado una recuperación: el Sr. Larrea, de Grupo México, ha visto como su valor ha subido un 27 por ciento y el Sr. Baillères, quien encabeza Industrias Peñoles y es dueño de las lujosas tiendas de departamento Palacio de Hierro, fue testigo de una mejora de 19 por ciento desde que se publicó la clasificación del 2016.

La nota discordante entre los multimillonarios de renombre del país es el Sr. Salinas. Es dueño del imperio de televisión TV Azteca — donde los ingresos por publicidad están bajo presión — al igual que la cadena de venta al por menor Elektra y Banco Azteca. Las acciones de Elektra están un 39 por ciento más bajas que al principio del 2015, y la riqueza del Sr. Salinas que se registraba a US$4.3 mil millones en la clasificación de 2016, sólo ha subido a US$4.7 mil millones desde entonces.

Muchos mexicanos sienten poca simpatía por una clase que parece vivir en un planeta diferente al de ellos. Un estudio para Oxfam por Gerardo Esquivel el año pasado reportó que el número de millonarios mexicanos había crecido un tercio entre 2007 y 2012, mientras que en el resto del mundo, su número había caído 0.3 por ciento.

Diez por ciento de los mexicanos, continuó el informe, eran dueños de casi dos tercios de la riqueza del país entero, un terrible y aparentemente insalvable abismo de desigualdad. Pero los mexicanos de clase media están experimentando un desahogo: los cargos de teléfonos móviles han caído dramáticamente desde que el gobierno abrió el sector de telecomunicaciones que el Sr. Slim había dominado por largo tiempo. Eso ha puesto pesos en sus bolsillos y potenciado el principio de una bonanza de consumo que está impulsando la economía.

Así que sea por “schadenfreude” o sólo por curiosidad sobre un hombre cuya riqueza podría, según un estimado, mantener al 10 por ciento de las familias más pobres de México por 14 años, una nueva biografía, Slim, por el periodista Diego Enrique Osorno, de alguien tan esquivo de la publicidad como el Sr. Slim, se ha estado vendiendo bien.

El Sr. Osorno escribe: “Es un anticlímax para cualquier admirador de la prodigalidad que la primera compra del Sr. Slim en la ciudad de Nueva York sea un edificio tan aburrido”, después de observar un bloque de 11 pisos en la esquina de la Quinta Avenida y la Calle 38. Cualquiera que espere confesiones francas o consejos de tutoría de los labios del más próspero y probablemente menos extravagante hombre de negocios de México va recibir el mismo impacto de decepción.

Quizás lo más revelador del libro sea el reciente despliegue de la imperturbable perspicacia para los negocios que lo hizo tan exitoso en primer lugar.

Durante la caída en enero de las acciones de América Móvil al punto más bajo en seis años y el desplome tan agudo de la riqueza del Sr. Slim, él dedicó los seis meses hasta febrero gastando medio mil millones de dólares calladamente para aprovecharse de los bajos precios y agarrar acciones de América Móvil.

Entonces, quizás su mayor lección sea la confianza.

A pesar de las dolorosas regulaciones impuestas por el gobierno para nivelar el campo de juego en la industria de las telecomunicaciones que el Sr. Slim ha dominado por un cuarto de siglo, su empresa sigue siendo el operador mexicano de móviles que ha estado atrayendo más suscriptores.

Jude Webber (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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