85 años después

Una de las frustraciones de los profesores estadounidenses de economía que vivieron la Gran Depresión de los años 1930, era su incapacidad en lograr que sus discípulos comprendieran la magnitud de lo ocurrido.

Se afanaban, sin mucho éxito, en describir la quiebra de empresas, la crisis de los bancos, la desesperación de los desempleados, el colapso de la industria y los efectos de las políticas monetarias erradas.

Sus alumnos, ya en los 1950’s, estaban más influidos por los efectos de la segunda guerra mundial y la entonces reciente guerra de Corea, que por aquellos hechos aciagos sobre los que sólo habían leído.

Han pasado 85 años desde que el ciclón de San Zenón azotara el país. Clasificado hoy como de categoría 4 alta, algo menos que David en el 1979 pero más que Georges en el 1998, el huracán devastó la capital y causó graves daños a la economía nacional.

Estimadas sus víctimas fatales en unas cuatro mil, y en cinco veces esa cifra los heridos, el huracán encontró poca resistencia en las débiles estructuras que predominaban en esa época.

El paso del ojo por la ciudad hizo creer a muchos que lo peor había pasado, siendo sorprendidos por el retorno de los vientos en dirección opuesta a la que antes habían tenido.

Los supervivientes, aunque todavía muchos, son cada vez menos, y sus anécdotas de la tragedia no son del todo aquilatadas por quienes no estuvimos presentes.

La tecnología hoy nos permite conocer el curso, intensidad, desplazamiento y diámetro de los huracanes, anticipar su llegada y predecir sus consecuencias. El cemento y las varillas son una presa menos fácil que la madera y el zinc. Tenemos el COE y las alertas de colores.

Y contamos con muchas plantas domésticas de electricidad, tinacos, cisternas, focos, inversores y vehículos todo terreno.

Puede ser que las medidas que hemos tenido que tomar por la precariedad de los servicios públicos nos hayan obligado a prepararnos mejor.

gvolmar@diariolibre.com

Gustavo Volmar