Apagones colectivos

En países donde el servicio de electricidad es confiable, las interrupciones en el suministro son comentadas en los periódicos, radio, televisión y redes sociales. Sus causas son indagadas y se analizan sus consecuencias. El famoso apagón del 1977 en Nueva York, por ejemplo, fue motivo de reportes, artículos técnicos e investigaciones estatales, ha figurado hasta en películas de cine, y sirvió de oportunidad para crímenes y saqueos.

En nuestro país los apagones son parte de la vida diaria. Estamos acostumbrados a que ocurran por múltiples razones, no explicadas la mayoría de las veces. Sabemos que un aguacero fuerte o cualquier brisa moderada los provoca. Y si pasa cerca o nos toca un ciclón, también sabemos que tomará días para que la luz vuelva.

Hay una especie de apagones, sin embargo, que aún merece cierto despliegue noticioso. Se trata de los apagones generales, que afectan a todo el país. Suele resaltarse en esos casos que hasta el Palacio Nacional quedó sin energía, siendo notable que el hecho de que el Palacio se quede sin luz sea considerado como más grave que los frecuentes cortes de la energía a clínicas, hospitales, semáforos, industrias y escuelas.

Esa mayor atención a los apagones generales da a entender que mientras la interrupción se limite a zonas específicas, el asunto es entendible y no requiere de explicación. Pero si es general, se espera una declaración oficial sobre su origen.

Eso sucede aquí y en varios otros lugares. Recientemente, el 27 de agosto, Jamaica sufrió un apagón que cubrió toda la isla a partir de las 5 y media de la tarde, el segundo en cuatro meses. El ministro de energía lo calificó como inaceptable, añadiendo que no debió haber ocurrido. La empresa de electricidad, en manos extranjeras, involucrada en la generación y transmisión, y con el monopolio de la distribución, atribuyó el suceso a “errores de procedimiento” que sacaron de línea todas sus plantas.

Gustavo Volmar