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Terrorismo
Terrorismo

Bandos cambiantes

En algunas ocasiones, el juego entre objetivos económicos y políticos es tan complejo, que resulta ser difícil reconocer su existencia, pero en otras es tan visible que cualquier observador lo percibe.

La caída del avión ruso de pasajeros en el Sinaí sirve de ilustración para este tipo de ejercicio. Inmediatamente después del evento surgieron dos bandos con opiniones opuestas en cuanto a las causas del desastre. De un lado estaban los que negaban que se hubiera tratado de un atentado terrorista, y del otro los que decían lo contrario.

Egipto, en el bando de la negación, temía a las implicaciones económicas que reconocer un atentado tendría sobre su ya maltrecho sector turístico. Habían bajado los visitantes a las pirámides y los templos faraónicos, pero seguían llegando al hasta entonces seguro enclave en el extremo sur del Sinaí, que podría también colapsar. Y lo negaban los rusos, pues el gobierno no quería que la tragedia fuera atribuida a su intervención militar en Siria.

En el bando contrario estaban los EE.UU., Inglaterra y otros países opuestos a la intervención rusa, interesados en señalar que a ella se debía que Rusia se hubiera convertido en blanco de los terroristas.

Y les acompañaban la línea aérea y los fabricantes del avión, motores y demás componentes, deseosos de librarse de la responsabilidad económica y desprestigio que un accidente por fallas mecánicas les traería.

Los atentados de París cambiaron esa correlación de posiciones. Tan pronto sucedieron, Rusia declaró que había sido una bomba, pues le convenía identificarse con Francia para atraer su respaldo. Y Francia dejó de criticar la intervención rusa, y se dispone a unirse a ella en la campaña contra el ISIS.

Airbus y sus otras empresas aliadas respiran ahora más tranquilos, pero el turismo egipcio es el gran perdedor, aunque para guardar las apariencias Egipto sigue diciendo que la causa del siniestro aún permanece en duda.

gvolmar@diariolibre.com

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