Buenos propósitos

Aún falta mes y medio para la llegada del 2017, pero tenemos tres buenos propósitos para el nuevo año. El primero es dejar de creer en los resultados de las encuestas. Tan tarde como el lunes pasado, la encuestadora Ipsos, una de las más prestigiosas, daba a Clinton un 90% de posibilidades de alcanzar los 270 votos en el Colegio Electoral necesarios para ganar la presidencia. Igual que con el Brexit, el acuerdo de paz con las FARC y varias otras predicciones fallidas, los resultados demuestran algo que debe ser obvio, pero se pasa por alto. Y es que los sondeos de intención sólo funcionan si quien responde está dispuesto a decir la verdad de lo que piensa hacer. Si no lo hace, sea por vergüenza de mostrar su preferencia o por cualquier otra razón, la información recabada es incorrecta.

El segundo propósito es dejar de creer en que el comportamiento de las personas es racional. Cada día que pasa, los economistas aceptan más y más que la racionalidad, sobre todo a corto plazo y en situaciones puntuales, brilla por su ausencia. Las emociones, la euforia colectiva, la negación de la realidad, las expectativas infundadas, la atracción de destruir para después crear y la satisfacción provista por la venganza, pueden pesar más que el análisis frío de las consecuencias de una decisión. Creyeron en las promesas del Brexit y ahora en las de Trump.

El tercero de los propósitos es dejar de creer que hay referentes individuales e institucionales capaces de orientar o dirigir la conducta social a fin de preservar la continuidad y la estabilidad. Líderes políticos, periódicos, artistas, académicos, fundaciones y otras organizaciones se opusieron masivamente, sin éxito, tanto al Brexit como a Trump y sus ideas.

Como estos propósitos entrarán en vigor el 1ro de enero, podemos, hasta el 31 de diciembre, seguir creyendo que el mundo en que vivimos es predecible, racional y guiado por fuerzas estabilizadoras.

Gustavo Volmar