Criterios populares

La popularidad de los artistas depende de que sus actuaciones sean del agrado de los espectadores. En un terreno menos glamoroso, la popularidad de los economistas entre el gran público depende de la naturaleza de sus recomendaciones. Los que promueven medidas restrictivas, subidas de impuestos o poner fin a subsidios son vistos con menos simpatía que quienes favorecen la expansión del consumo, minimizan la importancia de los déficits fiscales y auspician programas de ayuda y beneficencia.

No hay duda de que hoy en día están en auge los criterios proclives al gasto y contrarios a la austeridad. Se manifiestan en las políticas de bancos centrales desde China a los EE.UU., pasando por Japón, Inglaterra y la Eurozona, y también en las opiniones de los analistas financieros, las minutas de las reuniones de expertos, los reportes corporativos, los informes del FMI, los estudios de la CEPAL y la selección de los premios Nobel de economía.

Pasa desapercibido el hecho de que uno de los precios básicos, el del dinero, se mantiene a niveles que no se corresponden con la rentabilidad obtenida con su uso en actividades productivas. Dicho de otro modo, la remuneración del ahorro bancario clásico, así como la de los bonos y demás instrumentos de renta fija, ha sido sacrificada para favorecer a los títulos de renta variable y los índices de valoración de las compañías. En las naciones desarrolladas, el esquema de negocios de las empresas aseguradoras, los planes de pensiones, los fondos educativos y demás mecanismos que dependían de un retorno equitativo para el ahorro, han sido trastornados.

Aún en nuestro medio, la remuneración real del ahorro, descontada la inflación, está muy por debajo de la rentabilidad obtenida por el sector empresarial, y de no haber sido por los títulos de Hacienda y los valores del Banco Central, el rendimiento de los fondos de pensiones sería una fracción de lo que hoy es.

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Gustavo Volmar