Derrotada por la crisis

La economía brasileña decidió en contra de la presidenta.

Uno tras otro de los diputados que durante horas en la tarde del domingo votaron a favor de someterla a juicio hicieron referencia a los jóvenes, el desempleo, el deterioro del sistema de salud, la corrupción y el mal uso de los recursos públicos. Prácticamente ninguno se refirió a los financiamientos para ocultar el déficit fiscal, la razón específica que sustentaba la acusación a la presidenta, cuya remoción del cargo será decidida próximamente por el Senado.

Las tribulaciones de Dilma Rousseff han sido presentadas como un caso más de un supuesto desplazamiento a la derecha en varias naciones latinoamericanas, citando lo ocurrido en Argentina, Perú y Venezuela como prueba de que los partidos de izquierda están siendo derrotados. En otros tiempos tal tendencia hubiera sido interpretada en términos ideológicos, en función del declive de criterios socialistas y el ascenso del capitalismo y la libre empresa. Hoy en día, sin embargo, lo sucedido responde mayormente a eventos económicos que afectan el nivel de vida y la seguridad de los ciudadanos.

A nivel personal son muchas las familias cuya integridad ha sucumbido a los embates de una crisis económica. Aunque en el plano nacional es probable que un país no deje de existir por ese motivo, las conmociones económicas son nocivas para la cohesión social, quedando la nación frecuentemente dividida en bandos opuestos que se culpan mutuamente por las dificultades.

No es casual, por lo tanto, que en Brasil y otras naciones del continente el cambio político haya seguido a la caída en el precio de varios de sus principales rubros de exportación. El ciclo anterior de alza dio pie a avances sociales que rápidamente fueron asumidos como derechos conquistados. Su posterior reversión infunde en el ánimo de la población un sentido de frustración que es entonces descargado sobre los gobiernos.

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Gustavo Volmar