Desilusión olímpica

El pobre desempeño de la delegación dominicana en los juegos olímpicos de Río de Janeiro fue motivo de desilusión. Esperábamos, alentados por los resultados en juegos anteriores, una mejor cosecha de medallas que la única de bronce que logramos obtener.

Se podría decir que debemos ser realistas, y darnos cuenta de que no podemos compararnos con países de mucho mayor tamaño, con vastos recursos económicos dedicados al fomento del deporte. Y que las delegaciones de esas naciones son un extracto de lo mejor de lo mejor, filtradas en base a un riguroso proceso de selección, y estimuladas por sustanciales recompensas económicas por cada medalla que consiguen. Las nuestras, en cambio, son formadas con lo que tenemos disponible, sin que hagamos grandes inversiones en ellas.

Esa percepción choca, sin embargo, con los resultados obtenidos por dos vecinos caribeños. Uno de ellos, Jamaica, con menor población y más del doble de participantes, ganó 11 medallas, entre ellas 6 de oro y tres de plata. El otro, Cuba, terminó también con once, incluyendo cinco de oro y dos de plata. Y otro ejemplo lo tenemos en las diferentes actuaciones de China y la India, las dos naciones más pobladas del planeta. Mientras China obtuvo 70 medallas, 26 de oro entre ellas, la India apenas logró dos, ninguna de oro. Algo más que el tamaño de la población o el PIB por persona influye en los resultados. La diferencia está en el grado de compromiso con el deporte y la eficacia de los gastos e inversiones que le son asignados. Países como el nuestro, donde se gasta más en los organismos del deporte que en los deportistas, y cuyas instalaciones se deterioran al poco tiempo de haber sido construidas, cosechan lo que siembran.

Si sirve de consuelo, el desempeño de otros países de la región fue también decepcionante. México envió 125 atletas y sólo ganó 5 medallas, ninguna de oro. Chile mandó 42, Perú 29 y Ecuador 38, y no ganaron nada.

Gustavo Volmar