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Globalización
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En dirección al G-Cero

Auguran el deterioro de la influencia de unos países sobre otros.

Se dice que no hay mal que por bien no venga, pero también podría ser cierto que no hay bien que no arrastre su lado malo. De acuerdo con evaluaciones del Banco Mundial y otros organismos, la globalización ha elevado la tasa media mundial de crecimiento económico, incrementado la creación de empleos en las naciones en vías de desarrollo y creado grandes oportunidades para empresarios e inversionistas. Pero ha requerido también de una mayor injerencia en asuntos que antes eran de la incumbencia de los países individuales, a fin de evitar que los descalabros se transmitan de un país al otro vía el comercio y los mercados financieros.

Según algunos analistas, el costo de esa injerencia fue seriamente subestimado en los cálculos de los beneficios de la globalización, lo que ha motivado el descontento que hoy se observa en muchas economías avanzadas.

Ese concepto se enlaza con las ideas de Ian Bremmer, ex profesor de la universidad de Columbia, quien augura el deterioro de la influencia de unos países sobre otros. Sea para el G-7, el G-20 o cualquier otro club selecto de naciones, o para países individuales o bloques de países vinculados política o económicamente, los costos de esa influencia, en términos de ayudas, donaciones, gastos militares, inmigración y demás manifestaciones, pueden llevar a una situación que Bremmer denomina como el G-Cero, en la que nadie está en disposición de imponer una agenda global.

Como consecuencia de ese proceso habría una disminución de la solidaridad internacional y en el interés por los problemas de otras naciones, acompañada por un creciente rechazo a los organismos multilaterales, las intervenciones y los movimientos de personas. Cada quien buscaría alcanzar un esquema híbrido, enfocado en objetivos nacionales con un mínimo de responsabilidades externas, pero sin sacrificar las ventajas de la globalización. Falta ver si esa combinación es factible.

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