Factores del delito

Se suele creer que la miseria es causa de delincuencia, y es evidente que en condiciones de gran precariedad económica las personas pueden sentirse inclinadas a cometer robos y otros delitos, acuciadas por sus necesidades insatisfechas. Pero aunque esa vinculación entre pobreza y criminalidad pueda tener algún grado de validez, el bajo nivel de ingreso por sí solo no es causa suficiente. Características del entorno social intervienen como factores de delincuencia.

Entre ellos está la percepción de inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza. Sociedades muy polarizadas a ese respecto tienden a generar conductas delictivas más que otras menos desiguales.

También juega un papel la escasez de oportunidades de avance económico. Las sociedades más estratificadas, con menor movilidad ocupacional y más reducidas vías de escape de realidades adversas, dejan menos opciones disponibles a su población, especialmente a los jóvenes, quienes pueden no tener un trabajo fijo ni tampoco estudiar. Esa condición se agrava cuando se pierde la esperanza en la educación como mecanismo de progreso económico personal, pues cierra uno de los caminos más convenientes para el desarrollo social.

De particular gravedad es la existencia de un ambiente en el que la riqueza es conceptualmente asociada con el incumplimiento de las leyes. Cuando prevalece el criterio de que los negocios que florecen son los que evaden impuestos, depredan los recursos naturales, alteran sus registros e incumplen sus obligaciones; o que el bienestar de los acaudalados se logra a expensas de los que carecen de privilegios; o que las posesiones que exhiben funcionarios estatales y sus allegados exceden por mucho sus ingresos oficiales; el clima se torna propicio para la delincuencia.

Las sociedades emiten señales que guían el comportamiento de sus integrantes. No deben sorprenderse si ellos escogen la ruta que se les ha trazado.

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Gustavo Volmar