Impuesto fronterizo

Los impuestos tienen cierto parecido con las filtraciones que ocurren en los techos de las casas. Son, evidentemente, molestos, tanto para los dueños de las viviendas como para quienes están sujetos al tributo. Pero la similitud se debe más a que el punto de entrada del agua en el techo puede estar lejos del lugar donde aparece la mancha en el interior de la casa, y de que quienes pagan el impuesto no son necesariamente los que terminarán soportándolo. En ese sentido, el impuesto puede ser pagado por alguien en un punto de la economía, y ser trasladado a otros vía el sistema de precios.

El impuesto del 20% a las importaciones que se discute en los EE.UU. sería pagado por quienes importen los bienes gravados. Por ser un componente del costo de esas mercancías, ese impuesto sería trasladado en su totalidad o en parte a los que las adquieran para su uso, es decir, a los consumidores finales. Pero también podría ser trasladado parcialmente a los demás participantes en la cadena de producción, transporte, distribución y comercialización, incluyendo a los exportadores de los artículos en cuestión.

De ser establecido, el impuesto afectará, por lo tanto, a las exportaciones dominicanas a los EE.UU. Su volumen podría disminuir como resultado del efecto que su mayor costo tendría sobre la demanda. E incluso podría afectarlas a través de un menor precio de exportación, si parte del impuesto se traslada hacia atrás debido a esa menor demanda.

Los consumidores estadounidenses serían probablemente los más perjudicados, siendo quienes absorban la mayor porción del gravamen. Esto así ya que las reducciones de impuestos que se contempla aplicar simultáneamente no serán en tributos a las ventas u otros impuestos sobre productos, sino en el impuesto sobre la renta de las empresas. Ellas podrían ceder parte de ese beneficio vía un menor margen de ganancia en sus ventas, pero también podrían no hacerlo.

Gustavo Volmar