Los Reyes en el 2017

Habiendo sido degradado como festividad religiosa, otorgándosele el carácter movible que se ha dado a las celebraciones menos tradicionales, el Día de los Reyes mantiene su arraigo en la República Dominicana a pesar de la desidia de quienes más debieron protegerle. Parte de las tradiciones culturales del país, su lucha por subsistir demuestra la escasa importancia que concedemos a la preservación de nuestras costumbres.

Es indudable que desde el ángulo económico esta festividad, igual que otras, es una ocasión para ganar dinero, en este caso con la venta de regalos para los niños. Y como todas las demás oportunidades comerciales, revela los efectos de las grandes desigualdades económicas que afectan a nuestra sociedad. Blanco de críticas por esa razón, las diferencias entre familias pobres y pudientes adquiere un matiz más dramático, más hiriente, al tener que explicar por qué unos niños reciben mucho más que otros, sobre todo si se percibe que las peticiones no han sido escuchadas a pesar de haberse portado bien y cumplido con sus deberes.

La vinculación entre comportamiento y regalos, fomentada por padres interesados en mantener a los niños bajo control durante el año, ha sido cuestionada por expertos en comportamiento, que la asemejan a una especie de chantaje o soborno. Promueve, según esas opiniones, actitudes hipócritas y, peor aún, sensaciones de culpa si no reciben lo que esperaban.

No disponemos de un índice de credibilidad respecto de los Reyes, pero es muy probable que haya disminuido en nuestro medio. La difusión de las informaciones característica de esta época de internet y celulares, unida a las habituales revelaciones provenientes de hermanos mayores, las escuelas y las indiscreciones de los adultos, han despojado a la ocasión de parte de sus toques más pintorescos, como las cartas de peticiones, y la colocación de hierba, agua, dulces y cigarrillos para camellos y Reyes Magos.

Gustavo Volmar