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Medidas proteccionistas

Devastadas sus instalaciones portuarias, industrias, comunicaciones, viviendas, infraestructura sanitaria, redes comerciales y facilidades de almacenamiento, Haití pasó a depender de la República Dominicana para cubrir muchas de sus necesidades básicas después del terremoto. A los renglones tradicionales adquiridos aquí se añadieron otros, algunos de ellos vinculados a los programas de emergencia auspiciados por organismos internacionales y a los proyectos de reconstrucción puestos en marcha.

La tragedia fue una bonanza para varios sectores de nuestra economía. Los puertos y aeropuertos dominicanos absorbieron un mayor volumen de carga. Bienes importados y donados se sumaron a la corriente de productos dominicanos en ruta hacia Haití, para beneficio de nuestros transportistas, industriales, comerciantes, consultores y empresas de servicio. Cemento, tubos, plásticos, trigo y muchos otros rubros básicos fueron parte del proceso. Hasta los hoteles, agentes inmobiliarios, tiendas y propietarios de viviendas de Santo Domingo y otras localidades fueron partícipes de las ventas, rentas y comisiones derivadas del terremoto.

Las prohibiciones y otras restricciones que Haití viene imponiendo a la entrada de productos dominicanos no se deben a las repatriaciones de indocumentados, que han sido en realidad insignificantes, aunque éstas puedan ser usadas como pretexto. Obedecen a que intereses económicos en Haití, tanto a nivel comercial como industrial, buscan recuperar y ampliar su espacio vía medidas que les protejan. Igual que como sucedió aquí años atrás con la política de sustitución de importaciones, a cuya sombra crecieron varias empresas dominicanas, esa protección hará que el consumidor haitiano tenga que pagar más por artículos de peor calidad, pero en el afán por obtener mayores ganancias el bienestar popular, los acuerdos y las ventajas de la libre competencia valen muy poco.

gvolmar@diariolibre.com

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