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Realidad aumentada

Apenas nos acostumbramos a la idea de la realidad virtual, cuando surge otra realidad, la aumentada. Pero para las compañías involucradas en su desarrollo, los dólares, euros, libras y yenes que planean ganar con ella no tienen nada de virtualidad o ampliación. Confían ver sus beneficios subir como la espuma, no en la imaginación sino en la realidad cotidiana en que discurre nuestra existencia.

La realidad ampliada, en la cual se combina el entorno verdadero con elementos virtuales, tiene el atractivo de ser, valga la redundancia, más real. Al colocar objetos virtuales, inexistentes fuera de los dispositivos electrónicos en los que se visualizan, en contextos con los que estamos familiarizados o podemos ir físicamente, se añade una dimensión tangible a la experiencia cibernética, confiriéndole un carácter más dinámico.

Los juegos electrónicos llevan años en el mercado, pero estuvieron usualmente vinculados a PC’s, tabletas o consolas especializadas, frente a los cuales los jugadores pasaban absortos incontables horas alejados del mundo a su alrededor. La compañía Nintendo, creadora de Zelda y Super Mario, movió con su juego Pokemon Go personajes electrónicos ya conocidos a las imágenes del mundo verdadero captadas por las cámaras de los dispositivos móviles.

Gratuito, excepto por objetos opcionales que se pueden adquirir, su extraordinaria aceptación augura cuantiosos ingresos por la localización de las figuras y la publicidad de comercios y otros sitios.

Los inversionistas han compartido ese entusiasmo, haciendo subir el precio de las acciones de la empresa, pero la experiencia ha sido también un triunfo para los teléfonos inteligentes y los sistemas operativos auspiciados por compañías como Apple y Google.

La descarga no autorizada de la aplicación permite jugar en países a los que no ha llegado oficialmente aún, con el riesgo de que junto con ella “bajen” también algunos virus informáticos.

gvolmar@diariolibre.com

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