Se le fue adelante

La asignación presupuestaria del 4% a la educación fue el resultado de una campaña excepcional. Grupos sociales de diversa índole se movilizaron bajo el estandarte del 4%, en una especie de cruzada ciudadana que convirtió a esa meta en un punto de gran importancia política. Si en lugar de la educación esa campaña hubiera sido para la salud, es probable que hubiera tenido éxito también.

En la economía, los éxitos suelen motivar imitaciones. Poco tiempo después de que un producto tiene acogida en el mercado, aparecen otros con características parecidas, sean éstos películas de cine, teléfonos o vehículos. Es natural, por lo tanto, aunque en un contexto diferente, que se busque emular el 4% de la educación en el campo de la salud. Hay éxitos, sin embargo, que dejan el terreno árido para propuestas similares, como si el triunfador hubiera extraído los nutrientes del suelo, y éste puede ser uno de esos casos.

Una de las razones está en la dificultad de repetir una asignación basada en un porcentaje del PIB, no en los ingresos fiscales, lo que multiplica dicho porcentaje por el número de veces que el PIB es en relación con el presupuesto. Sumando la educación a los intereses de la deuda pública, los subsidios y los demás gastos sociales, la aritmética no da para acomodar otro porcentaje del PIB dentro de los compromisos fijos del Estado.

Otra razón es que la educación y la salud difieren para esos fines. Por estar menos sujeta a imprevistos, la educación es más susceptible a ser planeada y sus avances medidos. Los factores externos que afectan a la salud, como pueden ser epidemias, costos de medicamentos y tratamientos superfluos, no inciden en igual medida en la educación.

La educación se le fue adelante y le dejó el terreno bastante seco, pero la salud le devuelve el golpe. Sus deficiencias y la proliferación de enfermedades limitan la capacidad de aprendizaje y afectan la jornada escolar.

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Gustavo Volmar