Seguirá la maraña

En su camino hacia acá se debilitó desde huracán a tormenta. Su trayectoria cambió y se fue alejando del país. Y las lluvias que trajo estuvieron por debajo del nivel pronosticado.

Aún así, “Erika” provocó un gran apagón que dislocó las actividades económicas y la vida familiar.

Los señalados como responsables del apagón no pueden defenderse de esa acusación, pues los árboles no hablan ni tienen una agrupación que los represente. Muchos cayeron sobre postes y líneas, tumbando alambres y transformadores. Viejos y quebradizos algunos, no resistieron las ocasionales ráfagas de viento que tuvieron la desdicha de enfrentar.

Pero de lo que ellos no pueden ser culpables es de que se les siembre donde no se debe, en áreas contiguas a edificaciones o en terrenos para los que no están adaptados. Y tampoco son responsables por la maraña de líneas de transmisión a su alrededor.

El verdadero responsable es la red de distribución de electricidad. Objeto de curiosidad para los turistas que nos visitan, quienes les sacan fotos como si fueran una especie exótica parte de la fauna del país, los alambres, con su inmensa variedad de calibres y empates, y su asombrosa habilidad de sostenerse sobre postes inclinados, son un desastre en espera de algo que los haga caer.

Soterrarlos parecería ser lo correcto, pero en la lógica de algunos sería irracional gastar en algo que no aumenta la capacidad de generación, sumas con las que se pueden construir varias plantas nuevas, aparte del trastorno que eso causaría en el ya caótico tránsito por calles y avenidas. Además, justo es decirlo, hay quienes consideran que las reparaciones y modificaciones de las redes son más fáciles si éstas van por el aire.

Dados esos criterios, no hay perspectivas de que la vulnerabilidad de la distribución a los daños y a los robos de energía y cables disminuya.

Debemos resignarnos y poner la maraña en los folletos de promoción turística.

gvolmar@diariolibre.com

Gustavo Volmar