Una discriminación por otra

Las personas del sexo femenino han padecido diferentes clases de discriminación alrededor del mundo, obviamente en algunos lugares más que en otros. Se les han negado sus derechos políticos, hasta en países democráticos donde no se les permitía votar hasta hace relativamente poco tiempo. Se les ha postergado en las oportunidades de empleo, tanto en acceso a funciones como en nivel de remuneraciones. En ciertas culturas se coartan sus actividades públicas y se les confina a tareas domésticas. En China, por la limitación al número de hijos, los abortos selectivos de niñas hicieron bajar la proporción de mujeres en la población. Y en todo el mundo se clama contra la violencia contra las mujeres, en el hogar y fuera de él.

Tal es el poder de persuasión de las tradiciones, que en el mundo islámico muchas mujeres dicen preferir su estatus restringido, a lo que contribuyen las debilidades educativas a que son sometidas. Afortunadamente, la gran mayoría de los gobiernos en todo el mundo dicen estar tomando medidas para corregir esa situación, la cual afecta la productividad y el crecimiento de las economías de sus naciones.

Pero a veces esas medidas son contraproducentes. En Indonesia, por ejemplo, donde violaciones de mujeres y otros tipos de violencia contra ellas en algunas zonas han causado gran consternación, el gobierno de una ciudad del oeste del país muy afectada por esos hechos dispuso que las mujeres tenían que retornar a sus casas a más tardar a las once de la noche, en una especie de toque de queda femenino. Muchas con empleos nocturnos fueron despedidas, o tuvieron que permanecer en sus lugares de trabajo y esperar hasta la mañana siguiente para ir a sus hogares. La medida no eliminó las causas de la violencia sino que la sustituyó con otra discriminación, ésta última supuestamente para proteger a las mujeres y de paso evitar que se les obligara a trabajar en exceso.

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Gustavo Volmar